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Balón de Oro, el premio de la desgracia

Balón de Oro

Una persona es siempre individuo pero un individuo no siempre es persona. Si la acepción “individuo” proviene del latín y se corresponde con quien no puede ser dividido y “persona” proviene del griego (prósopon) y hace referencia al ser humano como sujeto pensante, consciente y responsable de sus acciones, ¿cuántas veces no hemos contemplado como una desgracia la consideración trascendente de nuestra individualidad premiada a pesar de nuestra personalidad? La consciencia del ser no puede nunca verse relegada a la relevancia del estar. Y todo esto ¿a qué viene? Básicamente al engaño más antinatural al que nos vemos sometidos año tras año al valorar el esfuerzo individual dentro de un contexto colectivo y premiarlo sin contemplar la complejidad de un juego que basa su sustento en la cooperación y certifica su triunfo en la colectivización de esfuerzos encaminados hacia un fin común.

¿Qué sentido tiene un premio como el Balón de Oro?

La afirmación: Soy el mejor jugador de la historia…no veo a nadie mejor que yo, abre un debate que a estas alturas está ya más que resuelto. ¿Es el Balón de Oro un premio relevante y reconocido de los valores que debe representar el fútbol como juego convertido en deporte de competición? ¿Realmente el Balón de Oro nos ilustra sobre quién es el mejor jugador de cada ejercicio? ¿Los parámetros sobre los que se asienta el criterio a la hora de elegir al agraciado se corresponde con la sustancia básica de un deporte colectivo? ¿Es posible premiar individualmente en un deporte cuyo fundamento es la colaboración adaptada a una estrategia? ¿Puede un jugador afirmar tan llanamente que uno es el mejor de la historia porque ganó cinco Balones de Oro? Recordemos que al principio, quien ganaba un balón de oro, como reconocimiento a su valía y a su influencia individual dentro del juego global, no volvía a repetir, sino nuestro queridísimo Luis Suárez Miramontes habría sido uno de los que tendría acumulados más de uno y más de dos, sin citar ya a Don Alfredo Di Stéfano, entre otros muchos.

Di Stéfano: "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos"
Di Stéfano: “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”

¿Se puede uno sentir agraciado como el mejor jugador del mundo cuando su propio hijo mira hacia el otro lado y demuestra su debilidad por su máximo rival competitivo? ¿Son los valores del fútbol el sentirse el mejor porque un colectivo se cita y te regala un premio sin establecer criterios competitivos comparables y medibles? Dentro de la verdad, cuánto es importante de lo medible, de lo científico y cuánto es importante de lo intangible, de lo fantástico del juego, de lo artístico del fútbol en sentido más estricto, de la capacidad de un jugador, junto a sus compañeros de sublimar la colectividad de un juego con el objetivo de ganar. ¿El premio es el sentirse agraciado por un objeto o es la victoria contra tus adversarios? ¿Para qué competir entonces si el reconocimiento será para uno a través del esfuerzo exclusivo de todos aquellos que lo rodean en su camino hacia el logro común?

El mérito de Cristiano Ronaldo y lo incuantificable de un premio individual

Cristiano Ronaldo tiene un inmenso mérito al ser galardonado por quinta vez con el Balón de Oro, hasta ahí llega la importancia del premio otorgado por muchos sectores de actividad que rodean al fútbol, opiniones personales sujetas a discusión, como lo fueron antes sus predecesores. CR7 ha evolucionado competitivamente para convertirse en un jugador importante del concierto general del fútbol mundial. Pero, en lo personal, en lo que a mí se refiere, no representa nada más que eso, un jugador que ha evolucionado a niveles que le permiten competir y hacer competir mejor a su equipo y compañeros respectivamente. ¿En cuánto es mejor en eso con respecto a otros? Imposible definirlo, ¿en cuánto le permiten sus compañeros ser mejor con respecto a otros? Igualmente complicado establecerlo. ¿Es relevante? Para las marcas que lo patrocinan sí, para su ego, también. Quedará en el recuerdo cuantitativo de lo acumulado a lo largo de su carrera, igual que sus millones y que su fortuna personal, meritoria teniendo en cuenta que hablamos de una persona de un rango social humilde en su punto de partida. ¿Qué te convierte en el mejor jugador de la historia? Imposible saberlo. ¿Qué te convierte en el jugador preferido del público? Igualmente imposible determinarlo por la diversidad de gustos y por la cantidad incontable de variables que cada uno de nosotros establece para definir qué, quién y para qué le gusta un determinado jugador. Si a mí me preguntasen qué jugador específico de todos los del mundo pediría para el Real Madrid, sin duda elegiría a Cristiano Ronaldo, porque representa los valores competitivos que son importantes en un club como el blanco. Si me lo preguntaran para el Athletic de Bilbao, CR7 no estaría ni entre los diez primeros, independientemente de que no sea vasco, porque entiendo que en ese equipo, el valor por el que se es considerado no está solamente reflejado en la capacidad para aglutinar atención en relación con sus compañeros sino en la capacidad para adaptar un esfuerzo a un camino trazado desde hace décadas. Para el FC Barcelona no sería idóneo, no más que Leo Messi, quien ha vivido en su formación la fundamentación del juego culé que le ha permitido crecer hasta convertirse en el mejor colectivizador de un estilo diverso y estéticamente obligado al convencimiento de quien lo observa.

El premio de la memoria

¿Será Cristiano Ronaldo recordado en el futuro en el rango en el que él se define, como uno de los más determinantes futbolistas de la historia? En mi humilde opinión no. Dentro de la verdad global, hay una verdad científica que permitirá al futbolista portugués acercarse a la condición de uno de los mejores porque sus goles así lo atestiguan. De los más goleadores de la historia, pero qué más hace falta. Dentro de lo cuantificable es innegable que es quien más y mejor ha preparado su cuerpo para la competición, pero ¿su mente está adaptada para jugar de maneras diferentes a las que juega, sería capaz de adaptar las exigencias de sus prestaciones a otros caminos estratégicos u obligaría a reorganizar las estructuras estratégicas de un equipo para adaptarlas a sus prestaciones? Dentro del concepto global de verdad hay una parcela muy grande de aspectos no cuantificables, las emociones, las sensaciones, las experiencias trasladadas al marco de acción que compete en cada momento, lo artístico y lo sublime de un juego que va más allá de una capacitación para marcar goles, correr más, rematar mejor o superar marcas tangibles dentro de tanta intangibilidad del juego.

Garrincha

Andrés Iniesta no es ni será el mejor jugador de la historia pero tiene más boletos que CR7 para ser recordado en el futuro. El recuerdo, la memoria, el reconocimiento global de las verdades intangibles abren la puerta a la inmortalidad futbolística. Dos números siete, Cristiano y Garrincha, el uno perfecto morfológica y antropométricamente con una inmensa capacidad para evolucionar en su disponibilidad atlética, el otro, patizambo, chueco, con problemas de espalda y una pierna más corta que la otra, con formas y modos antropométricos cuestionables. El primero compite para ganar y gana, el segundo juega, hace jugar y hace soñar con imposibles, sin esforzarse. Lo cuantificable del juego cae a favor de Ronaldo, lo cualificable e intangible del juego, ni que decir tiene, del lado de la imperfección de Garrincha. La subjetividad del gusto hace que a unos les guste más Kempes, a pesar de no haber sido considerado entre los cinco grandes, a otros les gustará Francescoli, a otros Johan Cruyff, a otros Mazzola o Rivera o Ardiles o Mágico González. A  todos los llevará a elegir no solo aspectos medibles de sus capacidades competitivas, sino el impacto sobre la capacidad que tuvieron estos futbolistas de levantarte del asiento, unidos al impacto que han creado en relación a las interacciones vividas con sus compañeros y ante los rivales de turno, entendiendo y mostrando su capacidad para comprender el juego desde el papel asignado.

La creatividad no se mide, la adaptabilidad no se cuantifica, la imprevisibilidad no se premia.

El éxito en el fútbol es otra cosa

¿Será que el premio lleva aparejado una desgracia en el hecho de haber sido agraciado? Por qué no se entiende que su afán por ser el mejor puede ser motivo de crítica. Por qué no se paran a pensar que el juego tiene su gracia y su premio en la colectividad y dentro de la misma, el individuo pone al servicio del grupo su personalidad para mejor suerte de todos. ¿Es el Balón de Oro un motivo para distinguir al bueno del malo o es un negocio que facilita la globalización del alienamiento general a la hora de concebir el concepto de éxito? A mí me gustan imperfectos, Cristiano lo es en grado sumo en el momento en que no entiende que jugar es el premio. Exceptuando sus enormes capacidades competitivas, si me diesen a elegir, estoy convencido de que no me iría a tomar un café con Cristiano, ni con Messi tampoco, convencido estoy que ellos nunca se tomarían la molestia de venir a tomárselo conmigo, eso ni genera dudas. Pero si me diesen a elegir, me iría a tomar un café con cualquier jugador que tuviese algo interesante que contarme, que compartir, que enseñarme, esa faceta, la capacidad de poder transferir algo, es fundamental en el juego, es determinante en la concepción de un vestuario, es definitoria de un equipo competente. Con esos me iría a tomar café, aunque no brillasen con el oro recibido, aunque no fuesen perfectos en sus medidas o en sus capacidades para desequilibrar el juego porque ni Messi ni Cristiano representan la panacea del éxito en el fútbol, el éxito en el fútbol es el gusto por jugar y ganar junto a los tuyos, con los de tu mismo color y festejarlo con ellos y con ellos salir a festejarlo con los tuyos, con los que llevan tu bandera a todos los lados y se sienten identificados con lo que representas tú dentro de la representatividad del equipo.

Leo Messi y Cristiano Ronaldo
Leo Messi y Cristiano Ronaldo

Cristiano Ronaldo y Leo Messi Messi, dos iconos del fútbol actual, son dos jugadores que todos querrían tener en sus equipos pero seguramente no todos los equipos asumirían lo que son o lo que pretenden representar. Sus premios son consecuencia, arte y parte del entendimiento con otros para competir contra otros y su gran premio es ganar todos juntos el mayor número de partidos que te permite ser reconocido como campeón por toda la colectividad. El mejor jugador de la historia no existe. El premio individual en el fútbol confunde. El premio individual en el fútbol premia a la marca de quien es premiado. El premio agravia el sentido del juego. El aplauso fácil de un premio generalmente aceptado por la manera en que es otorgado y que muestra hasta qué punto nuestro rey de los deportes no llega a concebirse como el deporte rey. Porque el rey es un privilegiado sobre el resto de sus súbditos y el fútbol ha nacido desde el privilegio de ser parte de un grupo que se convierte en equipo a través del entendimiento. ¿Lo entienden, ganadores de balones de oro? El premio es jugar y vivir de ello y que todos reconozcan tu valía una vez te has retirado y la memoria pase a ser el elemento de medida, el criterio básico sobre el que se asienta la gloria. El premio es jugar y competir ganando en la forma y manera en la que se conciben las victorias desde dentro para compartirlas hacia afuera, entre todos los que participan. Todo lo demás es mercadeo y en el mercadeo el individuo está al servicio de la marca, del mercado y de quien se beneficia del mismo. Nunca un rey será privilegiado en el fútbol porque el fútbol es sinónimo de súbditos, súbditos de una idea, de la implementación de la misma para que todos se coordinen, se cohesionen para consolidar el hecho en una realidad contrastable a través de la competitividad contra un adversario. Súbditos del ejercicio de una responsabilidad de la que no se tiene el control absoluto porque es tan compleja que no se puede prever. Por ello, el fútbol no necesita de balones de oro, necesita de más balones, de más valores, de más rigor en el criterio de valoración y de más capacidad para distinguir lo que importa de lo que sobra. Pero sabemos que en fútbol todo es opinable, esta solo es mi opinión. Por suerte me prestan foro para compartirla, sin pretender sentar cátedra o caer en dogmas de fe. “Para mí, desde mi punto de vista”, ese es el principio que debería haber incluido en cada opinión vertida, lo hago al final para dejar patente mi intención. De oro es la sensación que provoca un balón en los pies de la gente. ¿O no?

Autor

Álex Couto Lago
Soy Álex Couto Lago. Entrenador Nacional de Fútbol, convalidable con Uefa Pro. Máster Profesional en Fútbol por la Universidad del Mar de Murcia. Licenciado en CC Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela.
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