De antemano me disculpo ante los técnicos que puedan leer mi definición de lo que es la pretemporada. Ya que solo la he vivido como jugador, me instalaré en ese punto de vista obviando un montón de detalles que desconozco y no me urgen conocer; a día de hoy, el único ejercicio que hago es saltar a la comba y subir escaleras a toda pastilla. Con eso os podéis hacer una idea mi conocimiento en lo que a la preparación física se refiere.
Sumario
¿Qué es la pretemporada?
La pretemporada es la fase más dura del año en el apartado físico. Empezar a trabajar en pleno mes de julio es duro de por sí, ya que todos tus amigos están a punto de empezar las vacaciones mientras que el jugador las despide sabiendo que le vienen unas semanas de trabajo muy intenso.
En cualquier profesión es dura la vuelta al trabajo, es lo que llaman síndrome postvacacional, que para mí siempre ha sido un problemilla del primer mundo. A veces nos quejamos por quejar gracias a la insistencia de los noticieros televisivos que se encargan de repetir conceptos como el síndrome postvacacional para rellenar horas de televisión en agosto.
Para los jugadores -en los tiempos que corren- tener que volver al trabajo es una bendición. Son muchos los que al finalizar una temporada no saben qué será de ellos en apenas un mes y medio, que es cuando comienza la pretemporada. Y los que tienen equipo al cabo de tres semanas ya están deseando volver al trabajo porque al futbolista lo que le gusta es jugar. De hecho, durante las vacaciones no se deja de trabajar, simplemente se realizan otro tipo de ejercicios y actividades (tenis, natación, bicicleta, andar, etc.) que mantienen el tono físico sin llegar al nivel de fatiga que se adquiere durante la pretemporada, lo que se conoce como descanso activo.
Con los años el jugador ha aprendido a cumplir con «los deberes» de verano, además es consciente de la importancia que tiene llegar en forma a la pretemporada; la competencia es muy alta porque todo el mundo trata de llegar en las mejores condiciones, y no hacerlo supone una desventaja considerable con los compañeros.
Además de la condición física, en la pretemporada se trabaja la base de los conceptos tácticos que inicialmente van a definir la identidad del equipo; además de ser el período de la temporada en el cual los jugadores y técnicos cohesionan gracias a la ausencia de la competición. Cuando no se compite hay más tiempo para trabajar como equipo sin la presión de los resultados.
La pretemporada es una etapa dura en lo físico, pero muy gratificante en todo lo demás. Todo el mundo tiene minutos y eso es importante para construir la confianza de los jugadores.
La peor pretemporada de mi vida
Siempre fui un jugador que para rendir necesitaba estar muy bien físicamente y, por mis condiciones, no tenía problemas para dar el cien por cien en la pretemporada. Las afrontaba con mucha concentración e interés. No me dejaba llevar, tiraba. No daba lo justo, daba un poco más. Pero en el verano del año 2002, tras la vuelta de vacaciones, todo cambió.
Fiché por el Southampton en el año 2001, pero no debuté en la Premiership; mi currículo en el club inglés se limita a brillantes apariciones en el equipo reserva sin la recompensa que yo esperaba. Durante el verano 2002 estuve bastante desanimado por tener que volver a Southampton sabiendo que iba a tener muy difícil entrar en los planes del escocés Gordon Strachtan. A diferencia del 65% de los españoles que padecen el síndrome postvacacional, cuanto más se acercaba la fecha de vuelta a Southampton, más animado estaba. Cuando llegó el día de volver tenía la moral por las nubes y me puse la armadura de guerrero para ganar mi batalla y hacerme un hueco en el banquillo de los Saints.
Recuerdo que fui muy bien recibido en el club, especialmente por los empleados del training ground (cocineros, utileros, etc). Me sentí en casa. Empezábamos todos de cero., pensé yo. Durante la primera semana nos dedicamos a hacer maratones en el bosque. Me quería morir. No porque fuese muy duro, sino porque mi inglés se había estancado durante las vacaciones y cuando explicaban los ejercicios no me enteraba bien, así que empezaba a correr sin saber si íbamos a correr 5, 7 o 10 kilómetros. Lo peor es que cuando lo entendía no sabía lo que me esperaba porque ellos hablaban en millas, y yo de eso no tenía ni idea. No me quedaba otra que correr sin saber dosificar las fuerzas, seguía a los demás sin más.
Durante esas palizas por los bosques de Southampton tuve mucho tiempo para odiar a los ingleses, al entrenador y a mí mismo. Fue la semana más dura de mi vida porque me la pasé corriendo como nunca sin saber a dónde iba. La gota que colmó el vaso fue cuando el Gaffer (entrenador) anunció los descartes para el stage de pretemporada en Escocia durante una semana.
Evidentemente yo era uno de ellos. Tenía 20 años y me vi fuera del barco con los juveniles y los descartes del equipo. No entendía nada literalmente. Ni tan siquiera sabía que iban a descartar gente. Un año antes había abandonado la disciplina del Espanyol porque no me dejaban hacer la pretemporada con el primer equipo a pesar de tenerlo firmado en la renovación, y ahora me veía llamando a mi representante para que me busque una salida a un club en el que pueda luchar por minutos.
Me fui al Hércules de Alicante cedido.
La mejor pretemporada de mi vida
Viví muchas pretemporadas increíbles en el RCD Espanyol B de la mano del exfutbolista Eloy Pérez. Pero en esa época era un adolescente con toda la energía del mundo; no había visto la cara B del fútbol.
Mi etapa en Hércules se saldó con una lesión de ligamentos que me mantuvo cerca de 8 meses en el dique seco. Volví de mi cesión al Southampton donde mi presencia fue testimonial. Al ser mi último año de contrato me dediqué a recuperarme (física y psicológicamente) para iniciar otra etapa en mi carrera.
Mi destino fue el Alavés de Dimitri Piterman. Ya tenía 22 años, pero había vivido situaciones de un hombre de 30. Ya no era tan inocente ni tan «alegre» como cuando fui a Southampton. Ya empezaba a saber de qué iba la película en el mundo profesional.
Hice la pretemporada con el primer equipo, y desde el primer momento me sentí bien; la lesión estaba olvidada a pesar de llevar más de un año sin jugar -es asombroso cómo somos capaces de olvidar el calvario y volver a ilusionarnos-. La atmosfera en el vestuario era muy diferente a la que había en el Southampton FC; estaba entre latinos. Había olvidado todo eso. Para hablar con los compañeros no tenía que esforzarme como en Inglaterra. Ahora que lo pienso, es jodido ser uno mismo cuando el lenguaje no te alcanza para expresarte con fluidez.
El Alavés supuso para mí un reto mayúsculo. Mi única intención era dar el doscientos por cien. Iba a correr sin importar quién se quedaba detrás. Estaba luchando por mi carrera como quien lo hace por su vida. No había sesión de entreno tan dura como para hacerme creer que no podía más. Sabía que si la habían programado así podía hacerlo; si los demás podían correr 6 kilómetros a 5 minutos por kilómetro, yo podía hacerlo en 4,59 minutos. A diferencia de lo que creen futbolistas con el ego más hinchado que el mercado de fichajes, tenía que demostrar mucho. Desde niño he saltado al campo convencido de que tenía que demostrar muchas cosas, pero no al entrenador, al público o la prensa: a mí mismo.
Para convencer a al mundo tenía que convencerme a mí mismo. Innegociable. En ese equipo había jugadores que habían estado en grandes clubes y se habían curtido en batallas que yo jamás habría soñado: Tito Bonano, Rubén Navarro, Lluís Carreras, Oscar Téllez, Sergio Santamaría, Astudillo, Quique De Lucas, etc. No estaba en el patio de mi casa; esa gente ya tenía hijos mientras yo apenas empezaba con la que hoy es mi mujer. 22 años, año 2004.
En esa pretemporada volví a nacer como futbolista. Me sentí parte del equipo en todo momento bajo las órdenes de Chuchi Cos y Dimitri Piterman. El hecho que me hizo sentirme respetado fue una broma. Fue en un peaje cuando iba a Barcelona para pasar unos días de descanso tras una semana de agosto cargada de trabajo. Ese día habíamos corrido en un campo de golf. Fue un trabajo durísimo pero gratificante; salí tan cansado como reforzado al ver que había aguantado en el grupo de cabeza durante la sesión infernal de aquella tarde.
Pues este episodio sucedió cuando me paré para sacar el ticket en el peaje y un BMW oscuro paró junto a mí y comenzó a pitar, me giré preguntándome «¿quién cojones toca así la bocina sin razón?». Eran Tito Bonano y Lluís Carreras que también se dirigían a Barcelona. El hecho de que se molestaran a bromear conmigo cuando podían haberse hecho los locos me supuso una muestra de respeto porque me estaban tratando de igual a igual.
Al final de la pretemporada los técnicos decidieron que jugaría en el segundo equipo, pero lejos de sentirme decepcionado me sentí satisfecho porque me había demostrado que podía estar con la primera platilla sin complejos. Era cuestión de tiempo dar el salto, así que acepté el reto de jugar en segunda B con el segundo equipo con la máxima ilusión.
Finalmente, no debuté con el primer equipo, pero deportivamente hice lo que pude, y a pesar de pasarlo mal durante la temporada, tengo un buen recuerdo de mi renacimiento en Vitoria.
Qué aprendí de las pretemporadas
Es una maratón
La pretemporada asusta porque los retos, para superarlos, deben dar cierto temor, pero no es ningún monstruo.
No es un examen
Al ser un periodo acotado entre las vacaciones y la competición la pretemporada parece un examen, pero en realidad -siempre desde mi punto de vista- solo es el comienzo de la temporada. Un espacio de tiempo en el que se trabajan varios aspectos intensamente, pero es lo mismo que se va a trabajar durante todo el año de manera más concentrada.
Es un premio
Aunque trabajaba duro en pretemporada, antes de iniciarlas me parecían un castigo. Era como la visita al dentista, que siempre te la imaginas peor que lo que en realidad es después. A medida que avanza vas notando el bienestar que te aporta esa carga de trabajo (siempre y cuando no haya lesiones).
Yo que he pasado algún verano entrenando en solitario, cuando me he incorporado a un equipo, lo he hecho como si fuese un premio.
Cómo encarar la pretemporada para ser invencible
Asume que el cansancio es normal
La pretemporada es sinónimo de cansancio. Es normal que haya días en los que te sientas destrozado, de eso se trata, de poner al cuerpo al límite. Los demás compañeros pasan por lo mismo, don’t panic.
Descansa conscientemente
Si durante la temporada el descanso tiene mucha importancia, en pretemporada más. La mejor manera de descansar es dormir las horas necesarias si es posible. Alimentarse bien siguiendo las pautas de un profesional y sobre todo, utilizando el sentido común. No hace falta ser un licenciado en nutrición para saber que la fruta aporta muchos nutrientes, o para evitar los dulces y la comida basura. La alimentación tiene mucha importancia en el rendimiento a largo plazo del deportista, especialmente porque nos ayuda a una mejor recuperación física.
Ten paciencia
En pretemporada es complicado llegar a ser la versión de uno mismo. Aunque se trabaje en grupo, cada jugador tiene su ritmo propio a la hora de alcanzar su plenitud. Raramente se llegue al mejor estado en pretemporada, por lo que recomiendo tener paciencia porque si se es constante, tarde o temprano, se alcanza el tono físico que tanto anhelamos. No es por arte de magia, hay que ser constante.
No saques conclusiones precipitadas
Las pruebas son una constante durante la pretemporada, el entrenador suele contar con un equipo tipo, pero no es definitivo. Tanto como si juegas mucho como si no, te aconsejo que no te duermas en los laureles o te desanimes. Como he dicho antes, cada jugador tiene su propio ritmo, y quizás los que juegan en agosto no sean los mismos que en diciembre. Es tan malo creerse titular indiscutible como bajar los brazos y asumir que no vas a jugar en todo el año. No saques conclusiones precipitadas.
No compites, te preparas para competir
Todos lo sabemos, pero no es raro olvidar que lo más importante es prepararse para la competición. Céntrate en mejor físicamente y asimilar los conceptos tácticos. No compites contra tus compañeros, olvídate de eso porque si no irás a remolque mirando con el rabillo del ojo qué hacen los demás. Enfócate en ti mismo. Ya habrá tiempo para competir y cuanto antes lo asimiles mejor llegarás al inicio de la liga.
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