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Competitividad y Competencia

Competitividad y competencia

Hoy vamos a hablar de competitividad y competencia.

La gran dimensión del fútbol como juego y como deporte es la competición. La capacidad para superar a un adversario es el motivo primigenio por el cual el fútbol se estructuró como deporte y se diversificó en su disciplina compleja hasta elevarse a la cima de los deportes de equipo.

Pero dentro de esta competitividad existen diferentes rangos que se han de ir recorriendo hasta culminar en el desenlace final, que es convertir a un colectivo cohesionado en competente para confrontar a un rival y ganarle dentro de todo el compendio de posibilidades que ofrece el juego, contemplando la generalidad de la expresión colectiva hasta completarlo con los matices más insignificantes que a priori podrían decantar la probabilidad de victoria hacia uno u otro lado.

Es por ello que en el proceso de planificación estratégica  y posteriormente en el desarrollo de la operatividad organizativa se han de valorar las diferentes estaciones en las que la competitividad toma forma.




Sumario

Las diferentes fases de la competitividad

Competir con uno mismo

En un equipo de fútbol, el jugador, como elemento unitario que determina el equipo, compite en primer lugar consigo mismo. El jugador ha de desarrollar las estructuras básicas necesarias para evolucionar y adaptar sus potencialidades en términos de destrezas y habilidades, capacidades cognitivas y talentos condicionales que le permitan comportarse como lo que es, un sistema abierto, adaptativo y dinámico con capacidad para crecer dentro del ámbito de la incertidumbre.

El jugador se entrena para desarrollarse en todos los campos en los que el juego le requiere y le exige, con el objetivo de insertar sus aportes a un  segmento de nivel superior, que será la línea y el flanco en el que se manifieste, dentro de un ente de rango superior que denominamos equipo. Por tanto, el jugador adaptará sus capacidades competitivas a un espacio delimitado dentro del contexto general del equipo, enmarcado dentro de una estrategia operativa en la que se le definirán las misiones tácticas específicas para cada partido, desde las dos vertientes fundamentales del juego, el ataque y la defensa.

Cristiano Ronaldo entrenando
Cristiano Ronaldo entrenando

Para ello ha de garantizar su evolución en las disciplinas que hacen de su tarea una labor competente, siendo la técnica individual y colectiva la que le permita resolver problemas inmediatos con relación al balón si ataca o en contraste con el balón si defiende; las decisiones tácticas que manifiestan la toma de decisiones derivadas de una aplicación adaptada a la estrategia previamente establecida y entrenada durante el proceso de preparación; con una actitud que defina la puesta en acción que permita adaptar su aporte a los ritmos e intensidades demandadas en función de los objetivos propuestos, tanto ofensiva como defensivamente y con la posibilidad y el deber de desarrollar esfuerzos de intensidad variable a lo largo de un partido de manera repetida, condicionado por la propia propuesta operativa y la manifestada por el adversario.

Como vemos, el campo a través del cual la competitividad del jugador tiende a crecer y desarrollarse parte de una competencia con su propio yo. Es ahí, a través de ese análisis intrínseco de su proceso de trabajo, cuando el jugador entra en contacto con las variables que le permitirán medirse en función de sus propias posibilidades para adoptar los registros necesarios que le permitan incrementar sus probabilidades de participación y adaptar sus potencialidades a las necesidades del equipo.

Hablar de necesidades de equipo supone entrar en el proceso de elaboración del plan de juego, en la organización del mismo, la dirección hacia las metas establecidas de antemano y su medición en relación a las dispersiones que el propio proceso puede provocar o los adversarios pueden inducir por acción u omisión.

Hablar de equipo supone poner en contraste las capacidades propias con relación a las capacidades potenciales de los compañeros que conforman el grupo que ha de ser cohesionado a través del proceso complejo de entrenamiento.




Competir con los compañeros

Es por ello que la segunda etapa en relación al rango evolutivo de la capacidad competitiva del jugador es la competitividad con los compañeros que se manifiestan en misiones tácticas y espacios estratégicos similares al propio. De competir con uno mismo para evolucionar las capacidades intrínsecas que posee el propio jugador, pasamos a competir con los compañeros para garantizar la presencia en el puesto designado dentro del entramado del equipo a cohesionar que saldrá a competir.

Competir para jugar. El proceso de entrenamiento no solo debe contemplar la mejora integral del futbolista, sino que esta mejora ha de ir dirigida hacia la potencial confrontación que el jugador ha de sostener en los entrenamientos para ser el elegido entre los once que definirán el equipo. Competir con uno mismo supone definir puntos de partida individuales y a partir del inicio del proceso de entrenamiento medir la evolución hacia los niveles exigidos y posteriormente hacia los niveles alcanzados en función de la propia naturaleza del jugador, que pueden superar y deberían superar las exigencias establecidas, si el proceso de entrenamiento está bien concebido.

Competir con el compañero supone asumir unas misiones tácticas específicas, definidas por el staff dentro de un marco de acción más amplio y desarrollarlas en las condiciones que permitan optimizar el rendimiento, no solo individual del jugador sino el colectivo de la línea o el flanco (derecho, central o izquierdo) en el que se desenvuelve, dentro de la dinámica general del equipo. Es decir, competir contra mis compañeros supone que mi incidencia en el juego, en el puesto que ocupo, es tal que desarrollo todas las misiones tácticas en las condiciones que se piden, facilito el ejercicio de las misiones tácticas de mis compañeros con los que interactúo y además genero más valor añadido en términos de rendimiento de lo que ofrecerían mis compañeros competidores potenciales por la misma posición por la que luchamos.

Es por ello que en el proceso de entrenamiento, la competitividad de las sesiones deben facilitar y dinamizar este tipo de conductas para determinar quiénes son los candidatos más idóneos en cada momento para ocupar la posición correspondiente, en función de los propios objetivos competitivos que tenemos como equipo y en contraste a las características particulares de los adversarios que vamos a confrontar, cada uno diferente debido a la particularidad intransferible de los jugadores que juegan en cada momento.

Griezmann entrenando con Francia
Griezmann entrenando con Francia

La importancia del entrenador y de los entrenamientos en la competencia

Para competir con mis compañeros se requiere un mediador que defina quien es el idóneo en cada momento y aquí cobra especial importancia la figura del entrenador, consensuando su toma de decisiones con las personas del staff que complementan su labor.

El entrenador ha de ser capaz de abstraer del rendimiento general del grupo, la capacitación individual de cada jugador en cada puesto para poder elegir al idóneo. Esta idoneidad vendrá marcada por parámetros y variables que pueden diferir en función de cada rival a confrontar, a los cambios de estrategias que se decidan aplicar o incluso por imponderables inconscientes que se perciben a través del análisis a posteriori. Es aquí donde el entrenador demuestra parte de su talento, al saber elegir al idóneo para cada posición en contraposición a los esfuerzos y talentos desarrollados por el resto de jugadores no elegidos y es en estas situaciones cuando la cohesión del staff manifiesta su mayor grado de identidad, al saber coordinar decisiones de carácter técnico, estratégico, condicional, emocional y psicológico, al saber equilibrar todos los aspectos para definir quién debe ser el que ocupe el puesto en relación al resto de compañeros.

Habrá compañeros con un grado mayor de potencialidad física, más rápidos, más resistentes, habrá compañeros con una mejor adaptabilidad al cambio y a lo imprevisto, habrá compañeros que decidan más rápido o compañeros que ejecuten técnicamente los gestos de manera más brillante, pero el elegido deberá ser aquel que mejor desempeñe las funciones principales de cada puesto e interaccione de la mejor de las maneras con los cercanos para cerrar una cohesión con todo el equipo que permita que el grupo sea lo suficientemente sólido y a la vez, versátil para competir con garantías de victoria.




Se entrenan habilidades y destrezas individuales para enmarcarlas en un ámbito grupal que desembocará en un complejo contexto que llamamos equipo. Habilidades técnicas, físicas, emocionales que deben maridarse para encontrar el punto de máximo rendimiento que ofrezca la idoneidad dentro del rango estratégico elegido y así incrementar las probabilidades de acierto cuando el juego obligue al futbolista a tomar decisiones dentro del entramado global de la batalla, lo que definimos como táctica y resolver los problemas adecuadamente coordinando la fuerza y las habilidades físicas con la técnica y las habilidades creativas.

Entrenamos personas que forman grupos de incidencia colectivos que definen las características fundamentales del equipo, entidad que deberá superar el aporte individual de cada parte que lo conforma para entregar un servicio de cohesión medible a través del resultado. Un resultado que se desgrana en objetivos individuales, grupales y de carácter colectivo y que se contrasta con el ofrecido por un adversario definido y construido con el mismo propósito para desembocar en el resultado final, ver quién mete más goles que el contrario y quién recibe menos goles en contra que el adversario. TODO ELLO ENMARCADO DENTRO DE UN AMBIENTE DE INCERTIDUMBRE EN EL QUE LA COMPLEJIDAD SE HACE DUEÑA DEL TODO Y DE LAS PARTES, porque no sabremos qué ocurrirá en cada acción hasta que esta se produzca.

Mbappé compitiendo contra Argentina
Mbappé compitiendo contra Argentina

Competir contra un rival

Hasta el momento hemos ido de las partes buscando alcanzar el todo. Hemos hablado de la capacidad evolutiva del jugador a través de su entrenamiento individual y su mejora en contraste con su propio potencial. Hemos hablado de la búsqueda de la idoneidad para cada puesto específico en contraste con las diferentes posibilidades que podemos encontrar en nuestra plantilla para llegar a cerrar cada línea y cada flanco que cohesionadamente dará forma a nuestro equipo, quien se medirá con un rival previamente estudiado, de forma parcial y aparentemente global.

El tercer eslabón del proceso competitivo dentro de un equipo es la capacidad del grupo de superar a un adversario. Se compite contra un rival para alcanzar la victoria o evitar la derrota.

Esta faceta es la que percibimos al contemplar de manera objetiva un partido de fútbol. Dos rivales, once contra once, que partiendo de un proceso de entrenamiento adaptado a las particularidades de los jugadores que lo conforman, miden sus fuerzas, habilidades y destrezas, así como sus actitudes y aptitudes en pos de dominar a través de la implementación táctica, el desarrollo físico y la creatividad técnica un partido que está condicionado por los constantes vaivenes emocionales que inciden de manera variable en cada momento del juego, tanto directamente en cada jugador, de un modo particular, como en el global del equipo de manera general.

Competir contra un rival supone llevar a término el día del partido, la estrategia entrenada, dentro de un proceso metodológico definido para aplicar en fondo y forma con el objetivo de contrarrestar y combatir las fuerzas del adversario.

Se planifica el trabajo para este fin, se organiza para optimizar los rendimientos, se dirige para cumplimentar los objetivos y finalmente se controla para definir las dispersiones entre lo esperado y lo logrado.




El plan de acción, con sus dos vertientes conocidas, ofensiva y defensiva, vendrá condicionado por la utilización de las cualidades físicas básicas que nos permitan jugar con las intensidades y ritmos que queramos aplicar al ejercicio de destrezas y habilidades que se quieran mostrar en el juego ofensivo y defensivo. Defender con más o menos presión, atacar con más o menos velocidad en función de todas las circunstancias que alteren esta variable.

Competir significa encontrar los puntos de control en términos de máximos que nos permitan alcanzar los máximos rendimientos tácticos y técnicos posibles con los que desarrollamos las decisiones y las acciones a la velocidad adaptada a cada jugada, cada momento y circunstancia, aspectos en los que el entrenamiento tendrá un porcentaje de incidencia pero a la vez, la acción u omisión del adversario influirá en la probabilidad de éxito de dichos porcentajes.

El resto de participación vendrá definida por el aporte individual en relación al adversario, por el aporte grupal en relación a los rivales con quienes nos medimos en espacios definidos y finalmente a la probabilidad de reducir la incidencia del rival sobre nuestro juego y la probabilidad de incrementar nuestra incidencia en el juego del rival.

Todo ello aderezado de ese componente incierto que es lo complejo de definir qué ocurrirá porque el error es elemento consustancial al juego, y los ajustes a dicho error no se conocerán hasta que este se produzca, lo mismo que los efectos que este error generará en el desarrollo global, parcial o individual de nuestra estrategia aplicada, es decir, de nuestra táctica.

Competimos contra nosotros mismos para estar aptos y así poder competir contra nuestros compañeros para ser parte del equipo que competirá contra nuestro adversario con el objetivo de disponer de mecanismos individuales, grupales y colectivos que incrementen nuestra probabilidad de victoria.

Las herramientas que disponemos para la competencia

Zlatko Dalic ayudando a competir a su equipo
Zlatko Dalic ayudando a competir a su equipo

Para ello dispondremos de elementos fundamentales, herramientas que nos permitirán identificar qué queremos hacer para que nuestros jugadores evolucionen de manera adecuada según nuestros modelos competitivos, qué queremos hacer para establecer la optimización de las relaciones de los jugadores que participan en zonas activas del juego, qué queremos desarrollar para que aquellos que participan en zonas no activas, sepan decidir y ejecutar en tiempo y forma cuando corresponda, bien como protagonistas directos o bien como adaptadores de funciones que serán necesarias en cuanto la acción termine. Sabemos que hay jugadores que participan en la jugada, jugadores que corrigen los posibles errores potenciales identificables y jugadores que están preparados para incorporarse cuando toque cambiar el rol, si atacamos, pasar a defender y viceversa.

A la vez, disponemos de herramientas que nos permiten medir nuestra evolución, individual, grupal y de equipo. Herramientas que inciden en el comportamiento, en la dinámica de grupo, en la capacidad para superar obstáculos, lesiones o miedos. Herramientas que deben facilitar que todas las entropías que afectan de manera negativa al equipo como sistema, se conviertan en información útil que nos permita transformar esa potencial pérdida de energía en un valor de uso que nos facilite la adaptabilidad a nuevos problemas, a nuevas exigencias y a nuestra propia evolución como colectivo formado por personas con su propia individualidad.

Finalmente disponemos de herramientas para vislumbrar lo alcanzado. Para medir en términos cuantitativos y sobre todo cualitativos, todos los protocolos que hemos puesto de manifiesto en el terreno de juego, a fin de adaptar nuestro proceso de entrenamiento a las exigencias que nos obliga la competición. Estas exigencias vienen marcadas por nuestras propias posibilidades, las solicitadas por cada adversario y por los propios objetivos que establece en términos institucionales el club al que defendemos.




¿Para qué competimos?

Competimos para ser competentes.

Competimos para que nuestras competencias evolucionen y permitan hacernos mejorar para competir con nuestros compañeros.

Competimos para que nuestras actitudes y aptitudes se adapten a los estándares de exigencia de la competición y nos permitan generar valores añadidos que superen las expectativas establecidas de partida.

Competimos porque forma parte de nuestra naturaleza humana, es consustancial al deporte que practicamos y forma parte del deber que asumimos cuando decidimos ser parte y arte del equipo que se pretende formar, cohesionar y sostener en el tiempo y así, finalmente consolidar un estilo competitivo que nos identifique y permita a nuestros seguidores adherirse a nuestro esfuerzo con su ánimo incondicional.

Si en algún momento, alguien ajeno a esta profesión entendió que el fútbol es algo sencillo, creo que a lo largo de este texto hemos dado suficientes argumentos para establecer que la complejidad es otra de las razones de ser de este deporte de competición, al punto que a día de hoy, necesita ser analizado en toda su dimensión y ello obliga a prestar atención a cada vez más elementos de opinión y sobre todo a cada vez más situaciones que obligan a generar nuevas decisiones.

Desgranar el juego es una pasión que nace de disfrutar del juego. Desgranar el deporte nace de una pasión que surge en el momento en que empiezas a comprender qué significa el fútbol. Desgranar la competición nace desde el momento en que quieres saber cómo ganar.

Autor

Álex Couto Lago
Soy Álex Couto Lago. Entrenador Nacional de Fútbol, convalidable con Uefa Pro. Máster Profesional en Fútbol por la Universidad del Mar de Murcia. Licenciado en CC Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela.
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