Existe una vieja corriente de pensamiento, por lo menos en el fútbol sudamericano, que afirma que los equipos de fútbol se arman “de atrás para delante”. Otro de los tantos mitos del fútbol reza que “la defensa gana campeonatos”. Según estas creencias, un equipo de fútbol debe comenzar por trabajar su sistema defensivo para luego desarrollar sus estrategias ofensivas. Hay incluso quienes se atreven a decir que la primera misión de un equipo es “asegurar el cero en su propio arco”.
Mi intención no es cuestionar la validez de esta percepción; el fútbol es un juego tan maravillosamente plural e incluyente que se juega, se compite y se gana de mil maneras posibles. La defensa de estas ideas, su puesta en práctica y su adaptabilidad a distintos contextos es mucho más interesante que la discusión que algunos, siempre desde la soberbia que les confiere una sabiduría que no es tal, pretenden establecer. Que no se olvide: al fútbol bien jugado se llega de muchas maneras.
Sumario
Defensas a precios de delanteros
Sirva este prólogo para presentar e introducir el tema que motivó estas líneas: la contratación de Aymeric Laporte por parte del Manchester City, convirtiendo al equipo británico en el conjunto que más ha invertido dinero en el fichaje de defensores.
Pep Guardiola’s spending on defenders at Man City 😳 pic.twitter.com/8WAPJJycB3
— ESPN UK (@ESPNUK) 29 de enero de 2018
A escasos días de finalizar el año 2017, y tras empatar a dos goles frente al Burnley, José Mourinho, entrenador del Manchester United, declaraba ante la prensa que su equipo no podía competir de igual a igual con sus rivales de ciudad porque los citizens “compran defensas a precios de delanteros”. Puede que el gran público, conducido por unos medios a quienes les estimula la polémica tanto como les fastidia hablar del juego, se quedara con la superficie de aquella afirmación, pero en ella había algo mucho más interesante que un reclamo: contenía, guste o no, parte del ideario del fútbol al que apuesta Pep Guardiola.
Comencemos por repasar un rasgo histórico del fútbol. Desde su creación como juego en las islas británicas, pasando por la instauración de las reglas que lo regulan, la modificación de las mismas –hay dos grandes cambios, que son la modificación de la regla del fuera de juego, en 1925, y aquel promovido en 1993, que prohíbe al portero tomar el balón con las manos, salvo en casos particulares, siempre que este venga de un compañero- y la impetuosa entrada del negocio en la actividad, el fútbol ha vivido una transformación indetenible: pasó de un juego cuyo objetivo era marcar un gol más que el rival hasta este en el que la prioridad pareciera ser conceder un tanto menos que el contrario. La victoria cuesta mucho dinero y la prudencia, según las costumbres dominantes, ayuda, cuando menos, a alejarse de la derrota.
Hay muchas razones para que ello haya sido así. Explicarlas nos llevaría mucho tiempo y sería necesaria la aportación de expertos. No es este el espíritu de esta nota, pero es sumamente importante comprender que, con el paso de los años, los esquemas de juego han ido sumando futbolistas en zonas cercanas a su propio arco, y por consiguiente, alejándolos del área rival. Puede que no se comulgue con esta premisa, la de la prudencia, pero ello no debería llevarnos a desconocer una realidad que se instauró en este deporte hace mucho tiempo.
Guardiola y la construcción del juego
A Pep Guardiola le define un estilo de fútbol que pone su atención en la construcción de juego, con la intención de atacar permanentemente el arco rival. Para ello, el entrenador catalán se ha apoyado en los principios del juego posicional, o como lo rebautizó Juan Manuel Lillo, el “Juego de Ubicación”. Pero además de ser un defensor de esa filosofía, Guardiola, como alguna vez lo definí, es un “espíritu sediento de nuevas experiencias”. Gracias a su adaptabilidad, esa inquietud espiritual y profesional tan suya, Guardiola ha absorbido nuevos conceptos. Novedosos en el sentido que no estaban en su manual inicial.
Pero si algo sostiene el entrenador catalán es esa afición por la elaboración y por el juego combinativo. Siente que, si bien éste es un juego en el que salen once futbolistas a la cancha, estos once jugadores están capacitados para sumar en la puesta en escena de esa propuesta; más que limitar a sus futbolistas a una posición, les enseña el valor de adaptarse a distintos roles. Por ello se le hace tan difícil a periodismo clásico comprender que un portero sea el primer atacante de su equipo, o que los defensores laterales se sumen, como sucedió con Phillip Lahm y David Alaba en el Bayern, al centro del campo en el rol de interiores.
Ese mismo periodismo de siempre, impulsado por la queja de Mourinho, se niega a realizar la reflexión necesaria, haciendo de altavoz a un reclamo, que bien ha podido sonar a eso en la boca del portugués, pero que a quienes decimos vivir de este juego, nos obliga a profundizar un poco, para no caer en el juego de condenar sin mayor sustento que las emociones del momento.
Más que sumar cifras, que son tan escandalosas como las otras que se han manejado en este nuevo panorama del mercado de piernas que es el fútbol, cabría preguntarse y adentrarse en las razones que han llevado al entrenador del Manchester City a invertir la mayoría de sus recursos económicos en arqueros y defensores.
Cuando se habla sobre el conductor del equipo blue, muchos obvian su capacidad para adaptarse a distintas situaciones. Es cierto que su gusto por la construcción y elaboración de juego no va a cambiar y él ha hecho de esa militancia una bandera, su bandera; con esa mentalidad creció como jugador y la ha instalado en los clubes que ha dirigido, pero tanto en Múnich como en Manchester ha logrado que sus ideas convivan y se nutran del contexto.
Pero para ponerlas en práctica necesita futbolistas muy particulares, y más aún, que estos sientan esas ideas de manera natural.
La construcción de juego en la que cree el catalán tiene como uno de sus principios básicos que el arquero sea el punto de inicio de cada avance. Idealmente es una construcción paciente en la que las distancias de relación no son muy extensas (no debe olvidarse aquello de viajar juntos). Para ello, el portero no solamente está para tapar los disparos del rival, sino que con su juego de pies buscará encontrar superioridad tras las líneas de presión rival. Esto únicamente se consigue si el guardameta se siente lo suficientemente cómodo con la pelota en sus pies para jugar el balón antes que rifarlo.
Con esto de viajar juntos se busca mantener una organización espacio temporal que permita atacar y defender correctamente. Pero además, la cercanía entre los jugadores del mismo equipo permitirá la reorganización espacial y temporal luego de que en el campo pasen cosas. Organizarse y reorganizarse, puede que parezcan lo mismo pero no lo son.
Viajar juntos con los jugadores adecuados
Para conseguir acercarse a este ideal, hay que sumar futbolistas que comprendan esto y se muevan de acuerdo a esta idea. En el caso de los defensores centrales estos están obligados a algo más. No es como alguien dijo que se les exige dejar de lado la contundencia defensiva; los centrales en el equipo de Guardiola, además de las labores que su rol exige, deben saber defender en espacios amplios -vale la pena observar que a sus espaldas queda casi la mitad del campo de juego- y conducir el balón con la intención, bien sea de atraer rivales o para dejar en ventaja a sus compañeros más adelantados. El pase no es pase sino deja en situación ventajosa al receptor.
En cuanto a los laterales, estos están obligados convivir con extremos muy profundos como son Sterling y Sané, lo que exige identificar y decidir muy rápidamente hacia dónde ir, que zona ocupar y cómo hacerlo. Se dice que los laterales en el fútbol actual son los encargados de darle amplitud y profundidad al ataque, y en el caso del City hay que sumar la convivencia con esos extremos como un factor adicional y diferencial. No pueden desbordar al mismo tiempo en todos los avances, por lo que la función no se limita a lo descrito con anterioridad.
Está claro que sin volantes y atacantes que interpreten y sientan el juego de la misma manera, el aporte de Ederson, Walker, Stones, Otamendy, Mendy, Danilo y Laporte tendría que ser distinto, ni mejor ni peor pero sí diferente. Pero en el caso de este Manchester City, los futbolistas, bajo la batuta de Guardiola, no serán evaluados por la posición en el campo sino por los roles que sepan desempeñar.
Guardiola, como bien dijo su colega Mourinho, ha comprado defensores a precio de delanteros. Lo que uno puede intuir –no hay verdades absolutas, y salvo la muerte todo es opinable- que el catalán fichó a estos futbolistas para jugar, entendiendo que en este juego ataque y defensa son una sola conducta que llamamos jugar. Si su manera de entender este juego nace de la intención de atacar permanentemente para defenderse lo más lejos del arco, podría concluirse, sin temor a equivocación, de que Guardiola ha comprado defensores para que ejerzan de atacantes.
Con esto tendríamos todos que revisar muy bien el concepto sobre el valor de los futbolistas que durante tanto tiempo nos han inculcado. Es una maravillosa oportunidad para dejar de pensar en la ubicación geográfica de los jugadores, o en sus posición, y enfocarnos más en su rol, su influencia y su aporte.
Autor
- Mi nombre es Ignacio Benedetti. He trabajado en diversos medios tanto televisión, radio como en prensa escrita. Hoy en día escribo en la revista The Tactical Room y, por supuesto, formo parte de la familia de Instituto Fútbol. Lo que puedo aportarle a los lectores de la web es solamente mi inconformismo y mi desprecio por la banalidad y lo superficial que rodea a este deporte.
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