Saltar al contenido

Diferencias conciliables

Diferencias conciliables

“Si el enemigo se equivoca, no lo distraigas”

Napoleón Bonaparte

Todo lo que viene de fuera siempre nos parece mejor que lo que tenemos en casa. Esta frase fue una constante en nuestras vidas, sobre todo para aquellos que vivimos en entornos altamente endogámicos y cerrados en los que mirarnos al ombligo es una tarea más trabajosa que mirar el brillo de lo lejano. Lo exótico, por muy básico y simplista que pudiese ser nos parecía siempre algo más atractivo que lo que por costumbre teníamos delante.

Cuando éramos niños y llegaban los mundiales, lo que nos entusiasmaba era poder acceder a lo desconocido, a lo poco habitual. Ver esas camisetas de otros países con jugadores que nos parecían extraordinarios solo por su nombre o por su procedencia. A medida que fuimos creciendo, lo que nos llamaba la atención de los eventos internacionales de gran calibre era la diversidad, conocer cómo se afrontaba el mismo juego desde diferentes perspectivas y puntos de vista y ahí empezamos a diferenciar estilos y formas, maneras y costumbres, derivadas de la propia idiosincrasia de los pueblos que competían. Cada uno desarrollaba su propia interpretación, gracias a que el contacto cotidiano con las culturas deportivas o futbolísticas de otros países era algo lejano y poco habitual.



Hoy día, la enorme movilidad geográfica de los competidores, la globalización y el acceso a cualquier fuente de información desde casi cualquier punto del planeta nos ha llevado a una identidad común que ha erradicado la diferencia casi por completo. Todos  quieren cocinar la misma  Boullabesa para no desentonar, cuando en realidad no deja de ser una simple sopa.

En el fútbol vemos que la tendencia es a una polarización cada vez más básica y empobrecida. El fútbol de posición, el toque, el dominio desde la gestión de la pelota para conquistar el espacio frente al fútbol de contragolpe, correr hacia aquellos espacios sobre los que podemos generar ventajas y desequilibrios. Estas dos facetas ineludibles del juego, que se dan ambas en todos y cada uno de los partidos de fútbol del mundo nos han escondido los grandes y pequeños matices del más grande tesoro que guarda el fútbol: la diversidad.

Abordamos a partir de aquí una manifestación personal, discutible y opinable de cómo creo que muchos equipos se han perdido en un bosque de incertidumbre por olvidar sus raíces, por no entender la evolución de sus propias sociedades y el impacto que ha generado en su moderna cultura actual. El mundo gira alrededor del sol y evoluciona gracias al contacto de la diferencia entre los pueblos. Hoy que esa diferencia se mezcla de tal forma que las raíces se abrazan de una manera tan notoria, encontrarse a uno mismo requiere de un pequeño ejercicio de memoria o una conversación sincera con nuestros más cercanos ancestros.

La España que supo dejar atrás la furia

Pensar que España ha encontrado un estilo de juego en la última década es hacer una valoración simple de la realidad futbolística de un país que históricamente ha sido cuna de enormes futbolistas. El gran secreto de la selección española y del fútbol español en general ha sido atreverse a romper con los moldes del oscurantismo y los tópicos tradicionalistas, para observar desde la inteligencia qué es lo que importa y lo que nos importa.

Grandes jugadores, técnicos, rápidos, creativos, los ha tenido siempre. Lo que no ha tenido por tradición y costumbre han sido entrenadores capaces de disponer de la visión, la formación y la capacidad de maniobra necesaria y suficiente para llevar ese talento a niveles de competitividad adecuados, dado que hasta mediados de los noventa, todavía estaba muy presente la furia, una actitud que como en la vida privada, no deja de ser tóxica, el ímpetu de la fuerza o la costumbre del privilegio, dónde no siempre los mejores hacían gala de su potencial y estaban oscurecidos por la presencia de influencias externas que en nada fomentaban la eclosión del talento y de la capacitación al servicio del colectivo.

No podemos negar la calidad individual de gente como Amancio, Luis Suárez, Del Sol, Pereda, Velázquez, Chechu Rojo, Claramunt, Juanito, Solsona, Zamora, Joaquín, Francisco, La Quinta del Buitre, Guardiola, Julen Guerrero, Alfonso y tantos otros futbolistas que a todos nos vendrán a la cabeza en un momento dado.

Salvo la generación del 64, ninguna fue capaz de acariciar grandes logros en forma de torneos de selecciones internacionales porque el director de grupo de cada generación no pudo, no supo o no quiso dejar fluir la realidad de este fútbol, hasta que la realidad como tal fue tan grande que acabó imponiéndose sola.



Y curiosamente fue gracias a Luis Aragonés, adalid del contragolpe en su más puro estado, quien supo ver que lo pequeñitos, los rápidos, los técnicos debían ser los que llevasen la batuta y completasen el cuadro con aquellos que eran de otro perfil más tradicional. Y fue él quien peleó por la independencia en el estilo y la forma, a costa de una crítica atroz por cargarse la costumbre de la tradición oscurantista de la influencia sobre la capacitación. Y rompió moldes al dejar que el espíritu holandés de un flaco visionario entrase de lleno en el seno de un entorno que gritaba sin descanso por el protagonismo de los artistas.

Los efectos no se hicieron esperar y el éxito llegó, avalado por años de pruebas y aciertos en la formación de base, por años de experiencia en la captación de talento y en la capacidad para dejar que ese talento llegase a dónde debía.

Y con Del Bosque se continuó la obra hasta que se olvidó de abrir las ventanas y los ácaros hicieron que las alergias afloraran hasta agotar el modelo. Julen Lopetegui ha abierto todas las puertas y el frescor ha eliminado toda urticaria molesta para construir un nuevo grupo desde los cimientos y la creatividad que caracteriza al fútbol español desde su formación, pero consciente de que para construir el mejor ramo, no todos pueden ser rosas y algunos han de ser paniculata, laurel, fiuncho o fieito[1], con honra y con orgullo para completar el más bello equilibro floral. Los resultados saltan a la luz.

El motivo por el que la selección alemana ya no tiene como objetivo imponerse desde la fuerza

Pep Guardiola y Joachim Low
Pep Guardiola y Joachim Low, vitales para el cambio de Alemania junto a Jurgen Klinsmann.

Pero si miramos hacia fuera, nos encontraremos con que muchos quieren cocinar la misma paella sin contar con los ingredientes necesarios o sin valorar estos en su justa medida.

Vemos por ejemplo a la actual Alemania, quien junto con España representan lo más elevado del fútbol de combinación que a nivel de selecciones se puede disfrutar en el ámbito futbolístico internacional.

Alemania, otrora rodillo, al igual que España nunca estuvo exenta de talento individual al servicio del colectivo pero su prioridad siempre fue el dominio desde el exterminio. No había lugar a prisioneros, el rodillo debía pasarte por encima y ese era el objetivo. Correr sin descanso, chocar para imponerse desde la fuerza y ganar a base de impacto. Pero siempre hubo grandes jugadores que podrían llevar el estilo hacia otro nivel, pero no les hizo falta.

Recordemos que Fritz Walter, Beckenbauer, Overath, Netzer, Breitner, Littbarsky, Haesller, Hansi Müller, Klaus Allof, Rummenigge, Sammer, Matthaus o Bernardo Schuster han sido enormes futbolistas, técnicos y dominantes desde el juego y no necesariamente desde la potencia y la fuerza.

¿Qué ha ocurrido en Alemania para que ahora abracen ese otro fútbol que los hace tan atractivos? Han cambiado sus patrones porque su sociedad igualmente ha cambiado. Ahora no hay una uniformidad social y una exigencia tradicionalista. Ahora hay una generación que son los hijos de la diáspora, que han llenado Alemania de una amplia gama de posibilidades y vemos en la Mannschaft jugadores de origen turco, argelino, ghanés, polaco, balcánico, armenio o latino.

Todo ello ha permitido que la tradicional forma de jugar al fútbol viniese cambiando desde que estos jóvenes talentos fueron incorporándose a las selecciones inferiores gracias a su calidad. Y es a partir de ese momento, cuando antes del Mundial del 2006, Klinsmann y Joachim Low entienden que el paradigma debe cambiar. Y hacen que cambie. Y tras sufrir el inevitable proceso adaptativo logran consolidar el modelo y contrastarlo con el éxito.

Pero a mayores, el mayor referente futbolístico a nivel de clubs del fútbol alemán hace una apuesta tras dominar el fútbol europeo desde su más estricta tradición germana. Invita al entrenador del momento a dirigir su club y este lleva consigo una filosofía que aplica a un Bayern de Münich diverso culturalmente y que completa con futbolistas de corte helenístico traído de Barcelona o del fútbol español. Y Guardiola lleva a Münich una manifestación futbolística que se consolida tras el arraigo vivido en la selección y completa el círculo al ofrecer desde la experiencia una realidad inevitable e ineludible, la sociedad germana se enriquece de su nueva diversidad cultural y el fútbol no es ajeno y se beneficia de ello.

Hoy vemos una selección alemana que en 1954 sería impensable. En 1980 sería improbable y en 1990 sería extrañamente plausible con la llegada de los nuevos talentos procedentes del Este. Hoy disfrutamos una selección alemana multicultural, multicolor y con diferentes sabores que la hacen sensible a una diversificación de estilo y forma. Y lo han llevado a la práctica y todos se han beneficiado de la bendita diferencia aportada desde tantos foros distintos.



El cambio de paradigma de Francia

Con Francia ocurre otro tanto. Una sociedad multicultural por excelencia, ha permitido llegar a los hijos de sus inmigrantes a la élite del deporte y han sacado partido de ello hasta convertir a Les Blues en una extensión de la realidad social que impera en el país. Si antes un jugador de color era una circunstancia aislada, hoy es una realidad manifiesta.

Francia ha ganado una Eurocopa en  1984 con un equipo eminentemente blanco, aderezado con talento exclusivo de color, como Tressor, Tigana o Champion. En 1998 ha mostrado al mundo la multiculturalidad de lo galo, la confirmación de lo diverso puesto al servicio de un sentimiento común. Y ganaron. Hoy es una realidad sostenida dentro de la normalidad. Y el estilo lo condiciona la fortaleza de esos cuerpos dominantes y la creatividad de esas mentes adaptadas al cambio.

La Argentina que no se acuerda de sus raíces

Pero no todo es un camino natural y constatado en la evolución social de entornos cambiantes. ¿Qué pasa con Argentina? Recientemente sufrió un escarnio doloroso a manos de España y la ausencia de su estrella acentuó el impacto de la derrota. ¿Por qué Argentina ha empobrecido tanto su selección? Quizás porque su cocinero principal se empeña en deleitar a la gente con la nou cuisine, investigando desde el bielsismo, pasando por el menottismo, fuscallando en el guardiolismo y enredando en el lillismo para perderse entre tanto ismo sin penar que Argentina no necesita sofisticados platos futbolísticos, contando con ingredientes tan contundentes.

Argentina se empeña en hacer lasañas cuando todos saben que lo que más impacta en una mesa es un buen bife de chorizo y de postre dulce de leche. Y ante eso, ¿quién quiere más, quién quiere otra cosa? Leo Messi es el mejor bife de chorizo al que se puede aspirar, pero no se cocina solo. Necesita de leña y fuego. ¡Leña y fuego! ¿Será que Argentina históricamente nunca gozó de la mejor leña y del mejor fuego? Desde Perfumo a Ruggeri, desde Basile a Passarella, con el ardor de Simeone, del Negro Astrada, de Brindisi, de Babington, de Rattín.

Argentina necesita revisar sus raíces y eliminar los complejos que le hacen mirar hacia afuera, teniendo dentro un bife de chorizo que al punto se deshace en la boca y que necesita de acompañamiento, unos mínimos exigibles para convertir el placer en delirio. Papas y pan, vino y ensalada para complementar una carne única. Y de postre, alfajores para todos. Y no me digan que con esto no derriten hasta al más exigente sibarita.

Pero se pierden buscando modelos, cuando el suyo es tan bueno como el de cualquiera. Miran hacia afuera buscando lo que obvian adentro. Y se acuerdan de Independiente cuando truena y se llevan las manos a la cabeza pensando que disponen del mejor bife de chorizo para completar un menú de talla mundial. No, el menú no es un solo ingrediente. Necesita acompañarlo de sus más fervientes seguidores, las papas, el pan, un buen vino de Mendoza y dulce de leche. Y si Sampaoli no lo ve, ¿ya me dirán ustedes quién debe verlo?

El engaño y el olvido de Holanda e Italia

Y de aquí nos vamos a los grandes dramas. Italia y Holanda. Unos por defecto y los otros por excesos.

A Holanda la convirtieron en lo que nunca fue. Un pozo sin fondo de talento, cuando en realidad encontró el maná inagotable de la esperanza con Cruyff, Michels y la escuela del Ajax. Con Happel entendió que el mismo camino se puede recorrer de diferentes formas, pero poco más. Solo la constancia y el estoico comportamiento repetitivo no da lugar al talento. Por mucho que Coerver se empeñe, repetir diez mil veces el gesto no te permite interpretar la realidad de una manera talentosa. Para eso hace falta nivel, criterio y capacitación.

Todo esto fue olvidado pensando que las jóvenes promesas estaban listas para los más grandes eventos internacionales. Pero un chico de 18 años puede ser excelente para esa franja de edad pero insuficiente para la élite más exigente, básicamente porque le faltan años de vida. Y mientras hacen debutar a inmensas potencialidades futbolísticas, vemos como se diluyen en el tiempo, en ligas trascendentes que en nada ayudan a la selección.

Y nos vamos a la cuna de Dante, al hogar de Rocco, de Da Vinci, de Pozzo para encontrarnos con que nos han engañado a nuestros queridos vecinos. Alguien los ha confundido diciéndoles que lo que hacen ha quedado obsoleto, que no sirve, que no es agradable a la vista, que no han sabido evolucionar un estilo antediluviano y tosco. Los han engañado porque todos saben que enfrentarse a aquella Italia significaba sufrir, sabedores que no iban a encajar gol y con uno a favor ganaban el partido. El amor y un gol en el descuento es lo mismo para nuestros queridos azzurri. Pero han perdido la brújula y han creído que los tiempos mandan y que deben arrimarse a otras tendencias, hasta que chocaron con la realidad y se encontraron fuera del mayor de los eventos.

Italia es lo que es y lo que los italianos quieren que sea. Italia es Catenaccio y este evoluciona con el tiempo al igual que lo hicieron todos los estilos. Y los italianos deben volver a sentirse orgullosos de su manera de entender el juego, volver a ser para volver a estar. Y no olvidemos el pavor que siempre generó la Juventus en sus confrontaciones internacionales o el AC Milan, diverso en forma con Rocco y en fondo con Arrigo Sacchi o el Inter, adalid de lo más profundo de una defensa bien entendida, una defensa para atacar lo suficientemente bien para poder ganar.



Diferencias conciliables

El fútbol, queridos amig@s, es diversidad y desde siempre esperamos el Mundial para disfrutar de cómo todos interpretan el juego a su manera, según su propia idiosincrasia, su gusto por lo autóctono. La globalización nos ha igualado en lo chabacano y lo superficial pero el detalle sigue estando ahí, lo que pasa es que muchos lo han olvidado.

Volver a los orígenes no es dar un paso atrás, sino reconocer tus raíces a partir de las cuales vas a crecer y evolucionar. Socialmente el mundo ha ido hacia adelante, manteniendo la diferencia y compartiéndola para hacernos a todos más completos. En el fútbol, al menos en el juego polarizado que hoy nos quieren vender, cabe todo ese inmenso patrimonio que es la interpretación del juego. Pero como en España y Alemania, hace falta un ejercicio de reflexión para comprender que el juego es fruto de la realidad social de cada país y se hace necesario interpretarla para conocer el camino a seguir.

Permítanme ir acabando, citando a esa aldea irreductible de celestes orientales que llevan un siglo porfiando con su paisíto, sabedores que nunca invadirán Brasil, pero que por tamaño y costumbre convertirán la guerrilla en arte y la sorpresa en gol. Defender unidos desde el lazo que da crecer en el mismo patio para atacar a toque de cornetín, libres y confiados, es el voto que el alma pronuncia para sostenerse en lo más alto, a pesar de los pesares. Uruguay, siempre fiel a su gen único, comprendió que el Negro Jefe, don Obdulio Varela marcó un camino que pulió Schaiffino, Rocha, Francescoli, Recoba, Luis Suárez y hoy Edinson Cavani busca consolidar en este mundo global que nos invade. Uruguay gustará más o menos pero siendo tan pocos, no pueden permitirse el lujo de perderse en diatribas sin fundamento, los mohicanos no entienden de modas, los charrúas tampoco, el poncho y el facón al servicio del asado y el mate. ¡Y así siempre!

Y para finalizar, Brasil. ¿Qué decir? Cómo es posible que el país del estilo, del jogo bonito, de la creatividad al servicio del espectáculo se haya olvidado de quien fue. Cómo es posible que los otrora dueños del arte se hayan convertido en niños ricos con cuerpos esculpidos por el propio Fidias para regalar estética y olvidarse de lo más básico que fue siempre su imperfección idónea, su preclara capacidad para desde la nada ser todo.

Neymar no es ni será nunca Garrincha, quien roto y sin mapa encontró siempre el camino. Phillipe Coutinho no es ni será Djalminha quien siempre supo que el camino más corto era una gambeta con la sonrisa en los labios. Pensar que los cuerpos perfectos y los peinados más sofisticados sustituirán a juncos indomables como Didí o Toninho Cerezo, a débiles dominantes como Zico o a espejos que todo eran capaces de devolver en mejores condiciones que las entregadas como Tostao, es vivir en el más absoluto de los errores. Brasil es Pelé, es un cuerpo de agua que se adapta al entorno para convertir en posible lo imposible. Brasil es fiesta, es pausa, es lentitud. Brasil no es una hamburguesa de alto standing, ni un plato de sushi aderezado de las más excelentes delicias culinarias, Brasil es Feijoada, son Brigadeiros, es Caipirihna.

No nos engañemos. Se viene el Mundial y no queremos ver lo mismo en cada partido. Queremos que vuelvan las bases fundamentales que en cada país hicieron del fútbol algo especial. Queremos gritar la diversidad, conversar desde la diferencia, criticar lo indigno del juego y ensalzar lo que a todos nos ha enamorado, jugar desde las tripas, con el gusto por todo lo que nos puedan mostrar.

Terminamos en tango porque:

…”Volver con la frente marchita
Las nieves del tiempo platearon mi sien
Sentir que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada, errante en las sombras
Te busca y te nombra
Vivir con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez
…”

[1] Fiuncho: Hinojo. Fieito: Helecho. En gallego normativo.

Autor

Álex Couto Lago
Soy Álex Couto Lago. Entrenador Nacional de Fútbol, convalidable con Uefa Pro. Máster Profesional en Fútbol por la Universidad del Mar de Murcia. Licenciado en CC Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela.
error: Content is protected !!