Recupero un artículo de Dani Fernández escrito para Masliga en el que se puso a debate (falso debate como aclararía Dani en el artículo) la enseñanza de la táctica en el fútbol formativo.
[su_box title=»Artículo de Dani Fernández para Masliga publicado el 19-09-2012″ box_color=»#f89b3c» radius=»8″]Dani Fernández es uno de los entrenadores formativos más reconocidos del fútbol catalán, habiendo pasado gran parte de su trayectoria en el RCD Espanyol, pero también habiendo trabajado en otros equipos clásicos como la Damm o el CE Hospitalet, llegando incluso a dirigir el primer equipo de la UE Castelldefels hace varios años. Actualmente es el entrenador del Juvenil A del Mercantil, otro club con mucha historia, trabaja en la Federación Catalana de Fútbol y es profesor y coordinador para el FC Barcelona Universitas. Sus artículos son delicias para los amantes del fútbol. Os dejamos una muestra. [/su_box]
Sumario
Introducción a la enseñanza de la táctica en el fútbol formativo
El debate sobre cuándo se debe comenzar a entrenar la táctica en el fútbol de formación es un debate falso, manipulado por algunos y donde falsas creencias han ido castrando la posibilidad de entendimiento del juego. La cuestión no es cuándo se debe comenzar a entrenar la táctica, ya que nosotros creemos, que al mostrar la táctica al niño, le estamos enseñando a jugar, se debe intentar que el niño conozca el juego, y la táctica es el juego. Por lo tanto el debate no tiene ningún sentido, el niño debe aprender a jugar desde muy temprano, otro menester será el determinar cuando el niño debe conocer unos conceptos u otros.
Certezas que nos alejan del conocimiento
El terreno de la formación en el fútbol base es lugar propicio para los territorios comunes, las certezas instaladas, las verdades absolutas que adoptamos sin reflexión y convertimos en dogmas. Me diréis que esto no es solo habitual al fútbol formativo, sino que ocurre lo mismo en el fútbol competitivo. Es cierto, pero si los niños son los adultos del futuro, los errores de hoy son enormemente graves.
Una de estas “verdades absolutas” que aceptamos todos en las etapas de formación es la relacionada con la enseñanza de la táctica. Se dice, que a los niños en sus primeros pasos no se les debe enseñar táctica. Se ignoraba lo que advertía Juan Manuel Lillo “que la táctica, es el juego, y que el jugador tiene que conocer el juego y conocer el juego significa conocer esas preguntas y sus respuestas en cada momento”. La táctica convertida en víctima de nuestras ignorancias, de nuestro desconocimiento. Si la mayoría de gente que se dedica a la enseñanza no conoce el juego, no conoce los porqués, el cuándo y el dónde. ¿Cómo, cómo va a enseñar el juego?
Estos prejuicios instalados en nuestro subconsciente han ido asociando la táctica a la represión, a la enseñanza de sistemas de juego, a la búsqueda del resultado inmediato, a la manipulación del niño para beneficio nuestro. Si se te ocurría hablar de la táctica como juego, el recelo era mayor, ya que los “amaestradores” del talento infantil se imaginaban que hablabas de una enseñanza abonada a lo lúdico, a la fiesta, al jugar sin direccionar el conocimiento.
En el fondo se imaginaban un futuro lúgubre para ellos. ¿Si el entrenador no entiende el juego, y decimos que a jugar se aprende jugando, qué lugar ocuparían ellos en el proceso? Una vez más, los buscadores de gloria veían amenazado su lugar de estrella del “star system”. No olvidemos que el futbol base desgraciadamente ha servido para llenar, muy a menudo, egos a base de triunfos cuantitativos cuando, eran los triunfos cualitativos los que deberían primar.
«No nos construimos como un edificio, no construimos como una red»
Afortunadamente, hoy en día, gracias a Dios, se va aceptando con más o menos dificultad, que la táctica no es ese mecanismo represor, no es esa correa que ata el talento, no es esa bozal que calla la creatividad. Cuando abogamos por la enseñanza de la táctica desde edades tempranas, lo hacemos desde la convicción, que queremos que el sujeto descubra el juego, que aspire a manejar las herramientas de un proceso complejo, que es inacabado porque ni los más experimentados jugadores profesionales lo dominan a la perfección.
Un ejemplo de este descubrimiento del juego sería la enseñanza de un concepto que a mi entender es fundamental en el conocimiento y futuro dominio del juego de posición. Es el concepto de “cuando conducir, cuando pasar”. Un concepto perfectamente entendible en edades tempranas, que cuanto antes se le presente al niño, antes comenzará a entender, a interiorizar y a usar. Pero ojo, no estamos hablando de meras intenciones (conducir, pasar) aisladas de un contexto, a simples acciones técnicas extraídas de un todo que es indivisible. El joven futbolista debe aprender para qué sirve esa conducción, para qué se usa ese pase, qué le permite, qué le posibilita. Debe aprender, que la conducción, me permite progresar, atraer y juntar contrarios, que me permite liberar compañeros. Que el pasar por pasar no es bueno, si ese pase no me permite mover al contrario, superar líneas, ganar espaldas, etc…
Seguro amigo lector, que coincidirá conmigo, en que estos porqués, cómo, dónde y cuándo de que hablamos, no se aprenderán en ejercicios de conducción entre conos, o ejercicios de pase uno frente al otro. Quiero decir, la metodología para provocar ese proceso reflexivo en el sujeto no ha sido la correcta. Si en el futbol adulto este disparate metodológico ha sido grave, me temo que es en la base donde más peligroso ha resultado. Las metodologías reduccionistas (y pongo aquí en el mismo paquete los procesos analíticos y los mal llamados integrados) han sido claves en los últimos años en castrar la inteligencia de muchos jóvenes practicantes.
Se ha aceptado que al niño se le tenían que presentar los contenidos de juego de manera aislada, se le tenían que dividir, fragmentar, fraccionar las cosas porque si no, no las entendería. Hoy sabemos gracias a la pedagogía, la ciencia y la filosofía, que el niño nace con una propiedad que desgraciadamente se va perdiendo con el paso de la edad. “La capacidad sincrética” es decir la capacidad de observar y entender la realidad en toda su globalidad. Nos apuntaba Juan Manuel Lillo en un reciente artículo que “los niños por su capacidad sincrética (que la perdemos con el paso del tiempo) realizan el aprendizaje del todo a la parte, sin embargo, ahora todos queremos hacerlo de la parte al todo”.
Argumentamos erróneamente, que así el niño aprenderá mejor y se sentirá más seguro. Es falso, los que nos sentimos más seguros somos nosotros. En ese concepto del cual hemos hablado que es “cuando conducir, cuando pasar”, el niño si se le presentan tareas donde ese concepto se evidencie y se presenta por parte del educador de manera debidamente contextualizado (de manera global y no aislada), el niño lo interiorizara mejor, lo sabrá usar mejor en esa realidad hipercompleja que es el juego. Si pensamos así, si aceptamos como argumenta Lillo “que nuestra construcción del conocimiento no es piramidal, no nos construimos como un edificio, no construimos como una red”, entenderemos mejor, que enseñar primero el procedimiento, es decir conducir y pasar de manera aislada y descontextualizada, y nos vamos al juego, con tareas que merced a unas buenas reglas faciliten unas buenas propensiones seguramente el niño comenzara a entender mejor el juego.
Y es que si como plantea K.R.Popper, la capacidad de todos los seres vivos más importante es la capacidad constante de solucionar problemas, como es posible que el terreno de la enseñanza del juego de futbol haya ido encaminada a plantear situaciones cerradas mediante procesos lineales y en contextos inespecíficos donde la interactuación entre sujetos era prácticamente eliminada a través de tareas reduccionistas y que no permitían al sujeto crecer en su conocimiento del juego.
Fútbol de calle vs. fútbol en las escuelas
Hace unos años, el lugar que ahora ocupan las escuelas y clubes, lo cumplía la calle. En la calle paradójicamente las situaciones que se planteaban eran más reales que las propuestas por los entrenadores. El niño jugaba con unos compañeros contra unos rivales, normalmente en espacios adaptados a sus capacidades condicionales. Los niños adoptaban soluciones para ir mediante la cooperación y la colaboración resolviendo los problemas que le planteaba el adversario en un entorno muy competitivo, donde la derrota era un drama. En ese fútbol de la calle, los mejores se imponían a los peores, todos elegían su posición en función de sus cualidades, y las elecciones estratégicas atendían a criterios surgidos desde el sentido común y no a los deseos caprichosos de entrenadores que buscan hacer feliz su ego mediante victorias.
Los equipos no se asignaban marcas obligadas, el niño aprendía a pasar, conducir, regatear etc… no en entornos descontextualizadas ni mediante tareas irreales, sino en la propia realidad del juego. Si no se lo creen, lean lo que me comentaba un chico de 15 años, que ha jugado en dos de las principales canteras de nuestro país. “Yo era un jugador de la calle, allí aprendí cuándo tenía que regatear y cuándo pasar, a proteger la pelota, a no entrar de golpe, a que si yo avanzaba con el balón, los rivales me venían todos a mí, y mis compañeros se quedaban solos. En los clubes, no he aprendido nada, y nunca he sentido, que lo que se hace en los entrenamientos me sirva para mejorar. Solo me sirve para el planteamiento del partido, para ganar, pero no para aprender”.
Las características del fútbol de las escuelas
- Enseñar de las partes al todo, y no del todo a las partes.
- Primero se enseña técnica analítica, se cree que sin aprender a conducir, regatear, pasar etc… no se puede dar el paso a la enseñanza de la táctica.
- Entrenamientos descontextualizados. Tareas donde no se respeta la lógica del juego.
- Se confunde entrenamiento individual con individualizado. Lo individual en un deporte colectivo no existe, todo lo que hago tiene que ver con aconteceres previos, y aconteceres posteriores y sobre todo en un entorno de interacción con compañeros. Nos advierte Eduardo Punset, que la inteligencia se desarrolla cuando un cerebro interactúa con sus semejantes. El entrenamiento no ha de ser individual, sino individualizado, es decir el jugador debe sentir que le permite ir avanzando en el conocimiento del juego. Que está pensado para él.
- El entrenamiento no facilita que el sujeto se vaya autoconstruyendo, sino que pensamos que el entrenador es el que construye el conocimiento del jugador.
- La competición es vista como el summun del proceso de aprendizaje, se ignora que la colaboración y la cooperación para resolver problemas nos hace más inteligentes (Eduardo Punset). La competición, es importante, porque es inherente al ser humano aprender que ganar y perder forma parte de la vida. No nos oponemos a la competición, solo decimos que no puede ser que en edades tempranas la meta sea proclamarse campeones de liga, que para ello, niños se queden sin jugar el fin de semana, que se enseñe a perder tiempo, a fingir lesiones, a protestar a árbitros, a parar a los rivales mediante las llamadas faltas tácticas…
El camino: una formación de calidad sin atajos
Proponemos en nuestros clubes una enseñanza adecuada a la mente y el cuerpo del niño, con unos conceptos adaptados a su nivel, que se fomente el aprendizaje significativo mediante situaciones simuladoras preferenciales. Que la manera de jugar se adapte a ellos, y no a planteamientos hechos desde el afán de ganar de cualquier manera. Que el fútbol sea un territorio para aprender valores para la vida, y no donde descubren que existe una manera tramposa de vencer. Aboguemos pues, por una formación de calidad, y por un fútbol sin trampa.
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