Hoy en Instituto Fútbol vamos a hablar de algo que cada vez podemos ver más a menudo en el fútbol: Cómo se impone la Ley de los Rendimientos Decrecientes.
Sumario
La Triple línea romana
“No debemos tenerle miedo a nada, a lo único a lo que debemos temerle es al mismo miedo”
Julio César
El despliegue de batalla romano, conocido como Triplex Acies consistía en disponer tres líneas escalonadas, con espacios intercalados en el medio para poder maniobrar y a partir del impacto del atacante, desplegarse o replegarse en función del resultado del encuentro con su oponente.
La primera línea habitualmente denominada “Asteros”, generalmente estaba precedida por una fina línea de esclavos o presos llamados “Velices” que se dedicaban a desarrollar las primeras escaramuzas. Los Asteros eran la primera línea de impacto defensiva, encargada de frenar el ímpetu del ataque adversario, disponiendo una línea aderezada con lanzas para reducir la fuerza de intervención enemiga.
Una vez en batalla tenía la posibilidad de retirarse en el momento estratégicamente convenido para refugiarse detrás de la segunda línea de combate conformada por los “Príncipes”. Estos, mejor equipados, con armamento más adecuado para el combate cuerpo a cuerpo representaban tropas de mayor grado de eficacia. Generalmente, en las batallas tradicionales el impacto y la fuerza de intervención enemiga acabada o se limitaba cuando los Príncipes entraban en combate, generando con su orden, el repliegue o la dispersión del ejército enemigo, utilizando la “gladio”, espada corta, como principal arma junto a su mejor utillaje acorazado.
Pero en el caso de que la línea de Príncipes fuese superada, en la retaguardia permanecía la flor y nata de las legiones romanas, los “Triarios”, legionarios experimentados que además disponían de equipos acorazados de primera calidad con los que refrenar el ímpetu enemigo para evitar que llegasen al objetivo estratégico o en caso de contraataque, para asestar los golpes definitivos y así conquistar el objetivo propuesto.
Como vemos, la organización de la tropa, en líneas y flancos, aderezados con Velices y “Equites” (caballería ligera) representa una disposición estructurada y organizada para defender con el objetivo de contraatacar y finalmente atacar en masa para derrotar al enemigo.
Llevando Roma al fútbol
Futbolísticamente vemos que la disposición de los equipos, tradicionalmente sigue la organización por líneas y su disposición en el espacio de juego de una manera muy determinada. La dinamización del proceso defensivo con la determinación de sus objetivos principales se producirá como consecuencia del entrenamiento y de la práctica adaptada a las exigencias competitivas, en función de los efectivos disponibles y de los objetivos establecidos para optimizar el rendimiento de dicha defensa.
Generalmente en una planificación estratégica defensiva establecemos en primer lugar el tipo de defensa a desarrollar, eligiendo de entre todas las posibilidades:
- Defensa Hombre a Hombre
- Defensa en Zona
- Defensa Mixta
- Defensa Combinada
Cada una caracterizada por la importancia que se le otorga a la zona, al adversario y a la gestión del tiempo de ejecución dentro de las dos variables definidas: tiempo y espacio.
En segundo lugar, una vez establecida la defensa a aplicar, debemos determinar la disposición espacial o Formación de los jugadores en el terreno de juego.
En tercer lugar, a esos jugadores debemos referenciarles el espacio a partir del cual empezaremos a desarrollar nuestra defensa. Podemos defender cerca de la portería adversaria, en una posición Avanzada o en bloque alto. Podemos defender en el medio del campo, en una posición Plegada o en bloque medio y finalmente podremos defender en campo propio, en una posición replegada o en bloque bajo.
Nuestro objetivo defensivo estará determinado por dos factores: evitar que el adversario llegue a nuestra portería con probabilidades de poder marcar gol y en segundo lugar, robar el esférico para poder atacar a nuestro oponente de la forma que mejor se adapta a las circunstancias en las que quedan ambos equipos tras el robo del balón, bien a través de un rápido contragolpe, más o menos colectivizado o en su defecto, a través de un ataque más organizado debido a la redistribución de las fuerzas defensivas del adversario en ese momento.
Una vez definida la defensa y el espacio a través del cual vamos a aplicarla, llega el momento de elegir o establecer las prioridades de los principios tácticos defensivos a desarrollar en función del objetivo defensivo previamente determinado, esperar para que no nos marquen gol o ampliar el rango de intervención para robar el balón y buscar el ataque posterior. En función de ambos criterios la elección y la ejecución de los desarrollos defensivos diferirán en forma, tiempo y espacio y como consecuencia de ello en el riesgo asumido.
Finalmente deberá quedar claro qué ocurrirá en caso de que el adversario nos rompa las líneas y se dibuje un caos aparente en el horizonte. En este caso el equipo deberá establecer prioridades de actuación, definiendo los contenidos defensivos de los jugadores que queden en disposición de defender entre el balón y la portería y qué harán aquellos futbolistas superados por el balón que aún pueden ser reutilizados para ayudar al proceso defensivo. Aquellos que no puedan ser reutilizados, empezarán a pensar en cómo contribuir en potenciales tareas ofensivas inmediatas en caso de recuperar el balón.
La importancia del entrenamiento en el proceso defensivo
Como vemos, los procesos defensivos en fútbol no difieren en exceso de los planteamientos de las legiones romanas de antaño. Como decían nuestros abuelos romanos, cuando se llegaba a los Triarios, es que la cosa se había complicado. En fútbol cuando nos superan las líneas y solo nos queda la última barrera de defensas para sostener la acción adversaria, la cosa igualmente se vuelve riesgosa e incluso peligrosa para los intereses del equipo.
Como establecimos al principio, la dinamización del proceso defensivo y su posterior ajuste hacia protocolos ofensivos viene determinada a través del entrenamiento. Para ello se necesita disponer de una variable fundamental, el tiempo para poder entrenar. Con tiempo de entrenamiento ajustamos procesos y definimos niveles de riesgo asumibles, aceptables o aquellos potencialmente sostenibles.
A través de una planificación, el desarrollo de los contenidos se adaptará perfectamente a la concepción compleja del juego permitiendo con el estudio, desarrollar ajustes específicos para sostener a cada rival en particular.
Las dificultades de los torneos sin tiempo para entrenar como el Mundial
Pero ¿qué ocurre cuando no disponemos de tiempo de entrenamiento y/o no hemos conseguido un nivel de cohesión defensiva suficiente y necesaria para garantizar en mínimos los objetivos defensivos?
En este caso toca ajustar procesos y optimizar objetivos. Estas situaciones son las que habitualmente se dan en torneos cortos como Mundiales o torneos continentales de selecciones. Jugadores que no están acostumbrados a entrenar todos los días juntos, bajo un mismo prisma estratégico, deben organizar sus fuerzas para satisfacer un protocolo defensivo y posteriormente su implementación ofensiva para ser eficientes y eficaces el día de la competición.
Es habitual en estos torneos, especialmente en Mundiales y Eurocopas, ver como se busca el pragmatismo inmediato, definiendo una defensa de fácil desarrollo, un espacio defensivo que genere confianza y unos mínimos de seguridad, y el establecimiento de principios prioritarios de fácil ejecución que permita su dominio en corto plazo.
Igualmente la potencialidad de estos equipos difiere en función de la calidad de sus futbolistas o en el contraste que estos ofrecen en relación a sus adversarios. Surge aquí lo que el afamado periodista soviético Filatov acabó denominando el “derecho del débil”.
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Consiste en ajustar un proceso en el que prioricemos la defensa por acumulación con el objetivo principal de frenar a un adversario aparentemente superior en fuerza y calidad y disponer del balón en momentos puntuales del juego para contragolpear, (ejerciendo una guerra de guerrillas) en el momento en el que el oponente ofrezca la oportunidad o el propio equipo vislumbre una posibilidad.
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Esta circunstancia la vemos tradicionalmente en selecciones nacionales de perfiles muy definidos. En su momento Italia con el Catenaccio fue referencia obligada, hoy día Islandia representa el perfil más tradicional de esta manera de entender el juego, así como aquellas selecciones que circunstancialmente llegan a competiciones internacionales y desean sostener con orgullo su escudo ante potencias habitualmente ganadoras en este tipo de eventos. En los últimos torneos destacamos a seleccionados como Irán, Paraguay, Grecia o Costa Rica.
Características del derecho del débil
El derecho del débil, tan denostado por aquellos que desean ven en el terreno de juego la dinamización de lo excelso, el ataque a ultranza, no deja de ser una demostración de sentido común y una muestra de orgullo a la hora de querer competir con armas limitadas ante rivales superiores.
Para ello, la elección de la defensa debe ser lo suficientemente flexible como para ajustar procesos sencillos de correcciones puntuales en caso de error. Generalmente se empezó en el pasado con defensas en las que se priorizaba el marcaje y la atención primaria sobre un adversario, hoy día se centra la atención principal en el espacio, la zona.
Dicho tipo de defensas suelen sentirse cómodas en posiciones cercanas a su propia portería, obligando al adversario a salir de sus zonas propias para invadir terrenos que dejan amplias áreas baldías entre la posición del balón y la portería. Ahí, con una acumulación de efectivos en un espacio muy reducido se pretende agrupar el mayor número de jugadores entre el balón y la meta propia, con el objetivo de evitar el gol y disponer de oportunidades mayores de robo y aprovechamiento de los espacios anteriormente denominados.
La ley de los Rendimientos Decrecientes en el fútbol
Consciente o inconscientemente se establece una ley conocida en el ámbito de la producción económica como Ley de los Rendimientos Decrecientes, que establece que cuantos más efectivos trabajen en un mismo espacio delimitado, la productividad tenderá a decrecer a medida que se vayan incorporando más elementos, hasta el punto de estorbarse entre ellos y reducir la capacidad productiva.
En un sentido inverso, el equipo defensor que opta por esta estrategia obliga al equipo atacante a acumular muchos efectivos en el proceso ofensivo que confrontan sus fuerzas con una gran acumulación de defensores en un espacio reducido, generalmente el último cuarto del terreno de juego.
En una situación semejante, cerrar espacios defensivos será más sencillo dado que se desprecian tres cuartas partes del terreno de juego, defender el ancho del campo será más operativo, dada la cantidad de efectivos disponibles y la tendencia a incrementar los ritmos defensivos a medida que nos acercamos al área propia y los ajustes defensivos de corrección serán aplicados de manera más inmediata.
Ello obligará a los atacantes a dinamizar su juego en espacios muy copados por elementos defensores y atacantes que buscan desequilibrios a través de la movilidad, en lugares muy saturados de futbolistas. Esta situación conlleva a una ejecución técnica de máxima eficacia, es decir, mayor precisión a mayor velocidad de acción y ejecución. Cuantos menos espacios disponibles para atacar, mayor velocidad en la realización de las acciones técnicas y tácticas ofensivas lo que conlleva un mayor riesgo de error y por tanto de recuperación de balón por parte del defensor para contragolpear los espacios abandonados a la espalda de quien ataca.
Los equipos que atacan espacios saturados de defensores y atacantes se chocan de narices con la ley de rendimientos decrecientes anteriormente mencionada.
El ataque del equipo más débil
En contraposición, una vez recuperado el balón, el espacio a recorrer hacia la otra portería es muy grande y ahí se entra en otra batalla diferente, desarrollar un contragolpe a una velocidad superior a la que ejecutará el adversario su reorganización defensiva.
Es por ello que por norma general o habitualmente, la gestión de este contragolpe se ejecute de forma directa, es decir, con prevalencia del pase largo sobre el corto, con muy pocos efectivos y a la máxima velocidad de ejecución y de acción posible, precisamente para garantizar llegar a posiciones de ventaja en el campo rival antes de que este se reorganice y presente barreras defensivas sólidas que le permita abortar el contraataque sorpresivo, recuperar el balón y devolver el golpe.
La manta corta
Vemos que no hay causas y efectos, todo radica en dónde defendamos, con cuántos efectivos y cómo, para establecer posteriormente la incidencia del ataque y la consecuencia defensiva del adversario. Como dijo Carlos Queiroz, (El País, 18 junio 2018), se ponen en liza las variables tiempo y espacio, sujetas a una cohesión definida bajo una condición emocional en la que se engloba la aversión o aceptación del riesgo en cada jugada, condicionadas por el momento y la circunstancia del juego.
La acumulación de efectivos en una posición de bloque bajo o replegada garantiza que a las espaldas de la línea defensiva no queden espacios disponibles para atacar, por lo que se buscará una intervención sobre el balón de máxima exigencia competitiva en las primeras líneas de intervención para evitar lo que los romanos llamaban “llegar a los triari”, es decir que tengan que intervenir las fuerzas de máximo riesgo en cada circunstancia de caos.
La acumulación de efectivos defensivos podría desarrollarse en cualquier otro tipo de posicionamiento, bien plegado o bloque medio o bien avanzado o bloque alto, con el consiguiente espacio despreciado a espaldas de la última línea defensiva con relación a la propia portería, lo que reflejaría básicamente los niveles de riesgo asumidos en caso de que c el balón fuese robado por el adversario. En posiciones avanzadas se buscaría la presión para robar y atacar con mayor inmediatez, una de las particularidades de este tipo de elección es la conocidaomo “Presión tras Pérdida” o en caso de elegir el posicionamiento en bloque medio, gestionar los espacios dejados por delante y por detrás de las líneas para proceder a su optimización posterior, en términos ofensivos y defensivos.
La ley de los rendimientos decrecientes se podría dar pero los espacios despreciados a espaldas de la línea defensiva establecen lugares comunes de acción que en una posición replegada no se da, es decir, en otros posicionamientos que no sean los de bloque bajo, se permiten alternancias en el juego corto y largo, diversificación de posibilidades ofensivas que en un bloque bajo quedan condicionadas por las fronteras reglamentarias del terreno de juego.
El motivo por el que los «débiles» ganan terreno en los torneos cortos
Es por ello que en competiciones con horizontes temporales cortos, con equipos confeccionados a través de una selección de efectivos definidos bajo un limitado tiempo de cohesión, determinadas elecciones estratégicas condicionan el trabajo general del equipo. Defensas replegadas con niveles de activación muy altos y densidad de efectivos entre el balón y la propia portería que una vez recuperan el balón deben sortear las barreras defensivas adversarias lo más pronto posible para acceder a espacios ventajosos en los que culminar sus ataques.
Llamémosles equipos reactivos, defensivos, pragmáticos o que simplemente ejercen un derecho estratégico condicionado por parámetros y variables que afectan a la preparación, o simplifiquemos con el ya querido “derecho del débil”, pero la realidad nos indica que en los últimos campeonatos de naciones en competiciones mundiales y continentales, muchos equipos optan por esta medida, afectados por el enorme número de partidos jugados por sus seleccionados, fatigados física y emocionalmente, el poco tiempo de preparación y la facilidad que da haber logrado domesticar procesos defensivos, a pesar de que el mayor espectáculo venga de los desarrollos creativos de protocolos ofensivos, el gran reto de todos los estrategas y que a día de hoy no hemos conseguido domar, toda vez que dependen exclusivamente del talento, la capacidad interpretativa y adaptativa de los jugadores que interactúan y su interrelación en el juego complejo.
Juzgar por las decisiones que se implementan en el terreno de juego es un derecho que se le concede a todo aficionado. Prejuzgar sin contemplar todas las condicionantes que afectan al juego es reducir las posibilidades de disfrute. Obviar la evidencia es engañarse a uno mismo.
El fútbol competitivo en campeonatos de larga duración genera juegos específicamente desarrollados para optimizar las fuerzas reales de cada equipo en el tiempo. El fútbol competitivo en torneos de corta duración provoca adaptabilidades condicionadas por los elementos que afectan a jugadores, estrategas y puestas en acción en el terreno de juego.
Los romanos nos enseñaron a organizarnos y a optimizar el terreno en función de nuestras fuerzas y las del adversario. Nosotros, tras ciento cincuenta años de evolución futbolística estamos en disposición de comprender la realidad competitiva de los torneos a los que asistimos. Largos o cortos, con grupos cohesionados o no, con presiones sujetas a objetivos de marca o a objetivos patrios. Son cosas diferentes que generan consecuencias diferentes.
El fútbol no evoluciona ya en los torneos cortos. El fútbol es un espectáculo que ofrece diversidad en función de las condiciones bajo las que se juegan.
Y a pesar de las diferencias, aún seguimos aquí, enamorados de esta miríada de complejidades que nos sorprenden en cada partido.
Autor
- Soy Álex Couto Lago. Entrenador Nacional de Fútbol, convalidable con Uefa Pro. Máster Profesional en Fútbol por la Universidad del Mar de Murcia. Licenciado en CC Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela.
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