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Pep Guardiola por defecto

Pep Guardiola

Hoy vamos a hablar de Pep Guardiola. Históricamente, cuando alguien deseaba abrir una nueva senda que permitiese llevarlo hacia un punto definido, lo que hacía era soltar a un burro y este elegía el camino más seguro. Evidentemente, el pollino buscaba su máxima utilidad, llegar al punto de destino a través del trayecto por el que lo invitaban a avanzar, con el menor riesgo posible. Así, desde tiempos inmemoriales hasta hace pocos años, nos hemos ido encontrando que para llegar a los sitios, lo más rápido era la línea recta pero lo más seguro era dejar que un burro te abriese el camino.

Eso voy a tratar de hacer en este texto, dejar salir el burro que hay en mí y tratar de abrir un camino seguro, sin que los precipicios habituales de superficialidad y banalidad aparezcan de repente y nos sorprendan. Al menos lo voy a intentar.

Recuerdo hace años una película en la que un muchacho logra seducir a una dama en una noche de inspiración y en el momento de culminar su conquista en casa de la chica, la realidad lo sorprende con algo inesperado. Al desnudarse, la muchacha se quita las cejas y las uñas postizas, se le cae el relleno del sujetador, coloca en un vaso de agua su dentadura y con una pequeña llave, desatornilla su pierna ortopédica, quedando tal cual era en realidad, perdón, casi tal cual era en realidad. Al ver la cara de asombro del pobre don Juan, se quitó el ojo de cristal y lo colocó diligentemente en una cajita. La realidad superaba la expectativa aparente.

El muchacho había cometido dos errores, el primero, dejarse llevar por el sentido de la vista, percibiendo una belleza ficticia de una muchacha que había sabido jugar muy bien sus cartas, el segundo, creer que había sido él quien había jugado el papel de conquistador, cuando a todas luces había sido el conquistado. En palabras de Sabina, se quedó quizás con la más guapa y  la menos buena…

La pregunta de partida es obvia, ¿el fútbol actual tiene alguna semejanza con esta inteligente pero incompleta muchacha?



¿Es Pep Guardiola el mesías que nos hacen ver? En el Barça, sí

Hoy día vemos en Pep Guardiola al mayor icono futbolístico en lo que a estrategas se refiere. La llegada del entrenador de Sant Pedor al fútbol cuando menos fue curiosa. Elegido como candidato a director deportivo por Joan Bassat, acabó entrenando el filial del FC Barcelona en la candidatura ganadora de Joan Laporta. Desde ahí al cielo, como quien dice.

Su paso exitoso por el filial en tercera división y su representatividad institucional le abrieron la puerta del primer equipo y desde el primer momento supo y entendió cuál debería ser el camino que iba recorrer como entrenador. Su comienzo no pudo ser más desastroso, cayendo en la primera jornada contra el Numancia en Soria y recibiendo en el Camp Nou al Rácing de Santander, saldando el envite con un triste empate.

Obviamente, todo el mundo necesita tiempo para adaptar su pretensión estratégica a la capacidad de asimilación de sus jugadores. Este FC Barcelona solo necesitó dos partidos, a partir de ahí se instauraría una dinastía que duraría, en lo futbolístico, entre dos años y medio y tres aproximadamente.

Ese primer año sentó las bases de lo que Pep entregaba como propuesta a la afición culé. Recuperar el estilo, que no se había perdido, pero se recuperaba por si acaso. Volver a los orígenes del cruyffismo, ídem, su antecesor, Rijkaard había respetado escrupulosamente el sello de identidad de su escuela. Cimentar el sentimiento particular del club catalán, elevándolo a sus máximos. El resultado del producto final no puede ser más espectacular. Campeón de Liga, de Copa y de Europa, con unos números extraordinarios y un impacto sobresaliente. El estilo de juego se eleva y se dinamiza a un punto de ebullición que logra reinventar lo que sus maestros habían logrado, consiguiendo una explosión de juego ofensivo y un sello identitario que multiplica la marca del club y el proceso productivo del mismo.

Así, durante casi tres años, el FC Barcelona fue el ejemplo a seguir, el mejor club del mundo, quien mejor jugaba, quien mejor expresaba la filosofía de un país que mostraba al mundo su idiosincrasia.

Pep Guardiola manteado
Pep Guardiola manteado

El problema del éxito de Guardiola en el Barça y su construcción

A fuerza de ser honestos, el FC Barcelona elevó el fútbol ofensivo a su máxima expresión y lo constató con el éxito, ganándolo todo y convenciéndonos a todos. A partir de ese momento se produce un movimiento que llega hasta nuestros días, la exaltación sobredimensionada de los impactos que ha producido ese FC Barcelona de Pep Guardiola y la imposibilidad de sostener una comparativa con todos los que vinieron después hasta la actualidad.

Entiendo que el impacto del FC Barcelona dirigido estratégicamente por Guardiola y su staff tuvo su máxima expresividad en la puesta en escena de la calidad individual y la cohesión colectiva de unas cualidades trabajadas desde siempre en su cantera, con la presencia de futbolistas únicos que no solo supieron manifestar el sentimiento de una manera de exponer el fútbol, sino que lo desarrollaron desde un nivel de eficiencia y eficacia único.

Hablamos que el FC Barcelona dirigido desde el banquillo por Guardiola, tenía en el terreno de juego a los futbolistas idóneos para expresar el fútbol que llevaban dentro de la mejor de las maneras, dejando patente que la idea y la implementación estratégica previa era la más adecuada para sus cualidades y capacidades, tanto individuales como de entendimiento con el resto de compañeros. Hablamos de Messi, Xavi, Busquets, (¿el gran aporte de Pep?), Iniesta, la vuelta de Piqué, Víctor Valdés, Puyol, junto a jugadores que no habiendo vivido en su formación el privilegio de haber sido invitados a pensar en fútbol desde la creatividad, fueron capaces de adaptar sus cualidades a la propuesta general.



Es decir, si analizamos grosso modo, el punto de partida y las bases sobre las que se han cimentado los éxitos del FC Barcelona en esos años, Pep Guardiola supo entender lo que tenía entre manos y sacarle el máximo partido. Lo que lo distingue como gran estratega y entrenador. Además no solo logró sacar a la luz las mejores cualidades de sus jugadores en un contexto competitivo que iba como anillo al dedo a las particularidades del club, consiguió convencerlos de que era el mejor camino. Guardiola no solo fue un gran estratega y entrenador, sino un líder convincente.

También habrá que añadir que el impacto del juego del FC Barcelona tuvo poca respuesta en sus adversarios, quienes estratégicamente se vieron sorprendidos por la manera de llevar a término el estilo de fútbol que el club catalán ponía en liza cada partido. El proceso defensivo del equipo culé, tantas veces camuflado por la excelsa forma de atacar, provocaba no pocas grietas en el desarrollo ofensivo del rival y generaba una situación sobre la que se tenían pocas respuestas. El reajuste defensivo tras la pérdida del balón era más lento que la organización ofensiva del equipo que roba el esférico, el FC Barcelona.

A partir de este detalle, en el que los jugadores tienen la inmensa capacidad de robar tras la inmediata pérdida y articular un fútbol centrado en su calidad individual al servicio de un objetivo colectivo, el juego del FC Barcelona empieza a conceptualizarse en torno a un nuevo vocabulario que traspasa las fronteras del campo de entrenamiento y empieza a repetirse hasta la saciedad, llegando el fenómeno a nuestros días.

Había nacido el juego de posición. Esa manera de entender el fútbol en el que el equipo ofensivo trataba de conquistar espacios para ganar tiempo e incrementar su probabilidad de marcar gol. Y en caso de perder el balón buscar su recuperación en la zona más cercana a la pérdida para volver a tratar de conquistar espacios con los que ganar tiempo para incrementar la probabilidad de llegar a la máxima eficacia.

Pep Guardiola disponía de los mejores jugadores para expresar el estilo de juego que desde la llegada de Johan Cruyff había definido la línea argumental de un club que significaba mucho más que una entidad deportiva en el entorno social en el que desarrollaba su función.

Hasta aquí, todos felices. A partir de aquí surge un fenómeno incontrolable que es el efecto rebote de todos aquellos que se sienten agredidos por un estilo que no son capaces de combatir y la adhesión incondicional de todos aquellos que ven en este estilo y su puesta en escena, (también ante los medios de comunicación), la mejor expresión futbolística conocida. Entre ambos paréntesis, el acercamiento o alejamiento de cientos de miles de aficionados al fútbol que se ven sometidos a un bombardeo conceptual desde uno u otro extremo.

Cruyff marcó el camino a Guardiola
Cruyff marcó el camino a Guardiola

Casi tres años de mingitaciones de colonia, de ataques desde la caverna, desde la defensa de estilos que trascienden el fútbol y salpican a la sociedad, ideológicamente libre de expresar sus necesidades republicanas, etc. En fin, el derecho que todos tenemos a expresarnos libremente sin agredir ni atentar contra los intereses ajenos.

Pero futbolísticamente se dieron dos circunstancias determinantes:

La primera, la aparición de un entrenador que aúna estilo, forma y fondo, con el sostén invisible de mucha gente interesada en que ese fondo se consolide y abra expectativas que permitan asentar la marca, tanto a nivel nacional como internacional. Un entrenador que supo comprender el camino a seguir y tuvo la valentía de seguirlo, convencido de su mensaje y convenciendo con el mismo a todo aquel que lo quisiese escuchar.

La segunda, una ausencia de respuesta de quienes debían confrontar la manera de jugar al fútbol del FC Barcelona, una carencia que solo se resuelve con una variable, el tiempo.

El FC Barcelona tiene los mejores jugadores posibles para jugar como juega y su entrenador consigue llevarlos a sus máximos y si la cosa se complica, la calidad individual de uno de ellos en especial rompe los moldes y te resuelve problemas, cosa que los demás no pueden hacer porque Leo Messi solo juega en el Barcelona y Messi, como todos los seres humanos, es único y exclusivo. Por lo que disponer de este fenómeno te permite disfrutar de argumentos que nadie más tiene.



La confrontación al Barça de Guardiola

El fútbol es adaptación y los estrategas que debían confrontar sus lentejas con las de Guardiola buscan alternativas para contrarrestar la avalancha de fútbol, defensivo-ofensivo, que representa en ese momento el FC Barcelona y en este punto empiezan a ocurrir cosas realmente interesantes.

A mí personalmente me empieza a dejar de interesar el universo Guardiola para empezar a prestar atención en las propuestas de todos aquellos que lo enfrentan. Me embelesa el juego de los futbolistas del club pero las propuestas estratégicas no me atraen ya, los mensajes saturadores de todo lo que se mueve en el medio futbolístico me desvía la vista a lo que hacen los demás y aquí ocurren cosas que me llaman la atención.

El juego de posición tiende a acorralar al adversario en el último tercio del terreno de juego. El adversario inteligente sabe que su rival busca ganarle los espacios a su espalda para ganar tiempo y disponer de posibilidades de encontrar la mejor opción a cada jugada. Si no le concedes espacios a tus espaldas, el juego ofensivo del adversario se complica y si no te roba en zonas cercanas a tu portería, con tu equipo desplegado, sino que recupera el balón en zonas alejadas, tu posibilidad de armar una estructura defensiva sólida aumenta en probabilidad y posibilidad.

Empezamos a ver equipos que juegan un fútbol directo por lo dicho anteriormente y con un posicionamiento replegado, haciendo buena la ley de los rendimientos decrecientes. Surge como contrapunto al juego de posición, el contraataque, el arma que en el baloncesto americano de los ochenta llamaban Showtime y que en el fútbol moderno supone un alter ego a la excelsa, maravillosa, deliciosa, extraordinaria y sublime forma de jugar elegida por Pep Guardiola, en palabras de todo el apostolado que satura las redes sociales con su tendencia a la diabetes crónica en términos futbolísticos.

Y aquí me empieza a interesar de nuevo Guardiola, porque la propuesta inicial requiere de una adaptabilidad a las nuevas maneras de combatir y contrarrestar el juego en su conjunto. Y Guardiola opera con enormes dificultades, reconociendo que sus rivales han sabido entender que para ganarle debían abandonar todo sentido de la estética, que él se había apropiado antes con su juego de una manera inteligente, para abrirse a nuevas posibilidades en pos de alcanzar el gran objetivo, ganarles.

La polarización del juego y el desgaste de Guardiola

Y aquí se abre otro gran debate universal. El fútbol asociado a la imagen pulcra y atractiva del FC Barcelona, el “fútbol bien jugado”, como si de un galán de Hollywood se tratase, contra el fútbol asociado al empirismo real, al pragmatismo crudo de tratar de superar a un adversario que tiene mejores armas que las tuyas, con los recursos disponibles y la estrategia adecuada, como los villanos de Hollywood para confrontar el mal llamado “antifútbol”. Y así surge la polarización del juego. Una tendencia contra otra. Y esta polarización es la que nos indica la importancia de la figura de Guardiola, su capacidad para remover los cimientos coyunturales del juego para hacer que todos tengan que revisarse para ser competitivos. Y a partir de ahí, nuevamente ese bucle cansino de detractores y adoradores del método.

Pero insisto, el juego empieza a resentirse y los resultados ya no son tan extraordinarios. Cosa por otra parte normal, al ser tan estudiados y disponer de tiempo para operar una alternativa. Pero Pep Guardiola empieza a vivir lo que él llama el desgaste de su proceso operativo. El roce para mantener el convencimiento de sus huestes le afecta porque lo limita. Justo en el momento en el que se debe buscar una respuesta a los nuevos paradigmas competitivos surge un desgaste emocional que lo lleva a pensar que más de tres años en un club es contraproducente.

Psicológicamente cada persona es un mundo y en lo que Guardiola percibe tres años, Paisley vio nueve, Ferguson más de dos décadas y Guy Roux cuatro. El FC Barcelona necesita darle una vuelta de tuerca a su evolución futbolística porque la realidad se impone. No llega con tener a los mejores jugadores para jugar ese fútbol, se necesita evolucionar a los mejores jugadores para readaptar ese fútbol y eso supone tiempo, paciencia y capacidad para imponerse a los problemas que puedan surgir entre las personas, privilegiados ellos, que se han acostumbrado a ganar y ya sabemos qué ocurre cuando la costumbre se convierte en norma.

Y aquí Pep avanza en su camino y decide abrir una nueva vía en otro lugar. Múnich, un club dirigido por exfutbolistas que dispone de todos los recursos necesarios y suficientes para tener a los mejores jugadores del país y lo más granado del extranjero. Múnich, una ciudad que ha vivido la mejor temporada de su exitosa historia bajo el mandato estratégico de un icono alemán, Jupp Heynckess. El escenario muestra la salida de un icono alemán de un club bávaro y la llegada de un icono catalán con principios fundamentales diferentes.



Múnich para consolidar su idea

En el Bayern inicia Pep Guardiola el proceso de adaptar el juego del equipo a su idea. Romper con décadas de filosofía propia para ahondar en los nuevos vientos del juego de posición que en Alemania había introducido Klinsmann y posteriormente había consolidado Joachim Low. Una cultura de fútbol que ya en los setenta había visto la luz en la Escuela de Colonia, con entrenadores del calibre de Hennes Weisweiler como abanderado pero que se había quedado en el olvido.

Pep Guardiola inicia el camino para convertir a su equipo en la imagen de lo que él considera debe ser su equipo de fútbol, en vez de adaptarse a las particularidades del reto que supondría romper con lo que él conoce y aventurarse a identificar nuevos caminos. Caminos que venían de ser sublimados por su antecesor, consiguiendo de una tacada el juego que a la afición le gusta, con los títulos que la afición ansiaba.

Pero Guardiola porfía y consigue en tiempo récord ir acomodando los principios fundamentales de su propuesta, obligando al grueso de su plantilla a experimentar nuevas formas de entrenamiento y sobre todo, nuevas maneras de exposición futbolística, ayudado por refuerzos que llevaban interiorizadas las bases de lo que su entrenador pretendía. El juego que se plantea se aleja de la costumbre del lugar y en vez de seguir el refranero tradicional y “en tierra de lobos aullar como ellos”, Guardiola decide que a los lobos se les puede enseñar a ladrar y los trata de adiestrar para llegar a jugar conforme los cánones de lo que se ha institucionalizado como el fútbol bien jugado.

Guardiola junto a Thomas Muller y Phillip Lahm
Guardiola junto a Thomas Muller y Phillip Lahm

Pero no lo queda más remedio que asumir la gran dictadura del fútbol, que no es otra que la adaptabilidad y ante la ausencia de Messi, Xavi o Busquets, no le queda más que acomodar en el contexto general del juego ofensivo a Lahm, Müller o Göetze, entre otros. Y surge el problema de siempre, para atacar como queremos, ¿podemos defender como defendemos? Nuevamente la organización defensiva condicionante de un proceso ofensivo.

Y aquí Guardiola logra una de sus mejores proezas, convencer a jugadores que lo habían ganado todo para cambiar y evolucionar hacia nuevos y desconocidos terrenos. Lo que en el FC Barcelona, por el desgaste y la pereza emocional le había supuesto un problema, en Múnich le supone un reto tras un año sabático. Y lo consigue.

Logra llevar al Bayern a niveles de competitividad ofensiva que nunca antes habían visto por el lugar, incomodando incluso a las grandes leyendas del club, acostumbrados a ver morir las arañas de las escuadras por misiles teledirigidos desde cincuenta metros. Y se acostumbraron a llegar al área y pasar en vez de centrar, con el consiguiente asombro del respetable. Y para defender ese estilo ofensivo, acomodó a sus huestes de diferentes modos, ocupando espacios en formaciones variables, ajustadas a las necesidades de cada momento.

Y nuevamente los apóstoles y discípulos empezaron a saturar el foro con la inmensa capacidad estratégica de un entrenador que lo único que hacía era lo mismo que los demás, tratar de adaptarse a las exigencias propias del juego en función de los efectivos disponibles y el adversario a contrastar. Y por ahí la marca, ya multinacional, comenzó a difundir la excelsa capacidad visionaria de un colectivo que identificaba preceptos donde los demás solo veían nebulosas. Y como siempre, tras el período de tiempo necesario para acomodarse a las nuevas exigencias, los resultados empezaron a dar la razón a los procesos elegidos.



¿Dónde están los rivales?

Pero el resultado, como pasó en Barcelona no es hijo de un solo padre, necesita una madre. Y por mucho que tú pretendas imponer un estilo, si tu adversario tiene respuestas para contrarrestarlo, poco tienes que hacer. Y nuevamente los ciclos se repiten. En Alemania, los equipos oponentes del Bayern, configurado con los mejores futbolistas alemanes y lo más granado traído del extranjero; excepto Messi, Iniesta, Xavi, Busquets o Valdés; no eran capaces de combatir y contrarrestar la estrategia planteada. Y salvo por momentos un Dortmund totalmente cohesionado por años de jugar juntos y lograr resultados de la mano de un Jurgen Klopp que se había erigido como alternativa, el resto sucumbió ante un Bayern muy superior.

El juego de Pep en el Bayern distaba mucho de lo que pretendía, normal, necesitaba tiempo. Pero era lo suficientemente competitivo para imponerse a los demás, a pesar de que Klopp logró ganarle alguna batalla pero nunca la guerra. Así, el Bayern, siguiendo su costumbre, alterada muy de cuando en vez por algún outsider, volvía a dominar Alemania y el estratega que podía dinamizar a su rival, toma el camino de Liverpool para mayor gloria de Shankly, quien en vida seguro que no podría contenerse al ver en lo que hoy día han convertido a sus legendarios reds.

Volvemos a lo mismo. Lo excelso del método viene de la mano de una estrategia adecuada, planteada por el entrenador, una táctica correctamente aplicada en tiempo y forma desarrollada en el terreno de juego por el equipo y una ejecución técnica definida por el talento individual y colectivo de los jugadores en términos individuales. En Barcelona se jugaba de manera inmejorable al aunar la estrategia de Pep, la táctica del colectivo educado desde la base a jugar aplicando los principios dominados y la técnica de los mejores para jugar en ese espacio, a ese ritmo y con esa presión.

Jurgen Klopp y Pep Guardiola
Jurgen Klopp y Pep Guardiola

En Múnich, la estrategia de Pep no es contrarrestada por nadie, la táctica es suficiente para imponer el estilo y la técnica sigue estando en los pies y la cabeza de los mejores jugadores a los que pueden optar.

Nuevamente un trienio de dominio local afeado por una realidad innegable, la evolución pretendida pero necesitada de tiempo y creatividad se tiene que confrontar en Europa con dos equipos que han logrado encontrar su zenit y no se han bajado de él. El FC Barcelona y el Real Madrid, sí disponen de los mecanismos necesarios y suficientes para contrarrestar y combatir la estrategia implementada por Pep y la táctica y la técnica desarrollada por sus pupilos.

Un trienio que lleva implícito la evolución constante y continua de un proceso que vuelve a verse parado en el momento en que mejor juegan y más rendimiento y rentabilidad por unidad de tiempo alcanzan. Justo cuando están en todo lo alto, se frena el avance al irse el técnico camino de Manchester.



La huella de Guardiola en el Bayern

La adaptabilidad exigida supuso, como para todos los entrenadores del mundo, asumir la realidad de jugar con los jugadores que tienes, diferentes del resto de equipos, como siempre. Y con esa exclusividad, Guardiola logró descubrirle a Lahm que podía ser polivalente, a Müller que su ínclita costumbre de jugar por instinto podría ajustarse a un programa, a pesar de costarle un desgaste excesivo a su ya de por sí sutil entrenador y que el juego implica conquistas hacia adelante pero también hacia atrás, aunque esto nunca lo dicen, a saber por qué. Y de esta forma, el Bayern de Múnich logra convertirse, tras haber vivido la mejor temporada de su historia, en un equipo diferente, con capacidad para competir de otra forma, convenciendo a propios y extraños de que era posible.

Nuevamente debemos sacar a relucir la impronta de Guardiola al conseguir este inmenso logro, superior diría a proclamarse campeón continental con el club bávaro, al convertir a un teutón en alguien con la capacidad para entender un nuevo renacimiento. Es por ello que si hubo un Da Vinci futbolístico ese no podría ser otro que Pep Guardiola, dado que supo hacerse entender y logró convencerlos para hacerlo, pero en una competición en la que nadie hizo sombra al estratega, ni supo combatir su propuesta con las armas disponibles.

Otro activo real en el balance de Pep Guardiola fue dimensionar la figura del entrenador en Alemania, colocando en el foco a entrenadores, seguramente más mediocres de lo que parecen, en una situación de consideración como nunca antes habían tenido. Entre Pep y Low lograron incrementar la credibilidad de un gremio que antes no había tenido la relevancia que hoy día se le ha otorgado.

Lo que en España fue una realidad negativa, en Alemania acabó siendo un motivo de orgullo. En España nadie sostendrá nunca la comparativa de Guardiola con aquél Barça, a pesar de que el equipo siga ganando, porque nunca nadie volverá a tener a aquél Messi, a Xavi, Iniesta, Busquets, Alves, Valdés o Puyol en el mejor momento de su carrera.

Vemos que lo que ocurre alrededor de Pep Guardiola es de una naturalidad que no debería llamar la atención en el entorno más profesional del fútbol pero que por la manera de expresarlo y la forma de darle luz, por momentos parece que nos estuviesen descubriendo la piedra filosofal. Y los que se han tomado la molestia de conocer un poquito los vericuetos del fútbol saben que nunca, nunca podrá compararse a ningún entrenador actual, ni siquiera a Pep Guardiola, con aquellos que para garantizar resultados, condicionaban su futuro y el de sus familias y si no que se lo pregunten a Gustav Sebes, Bela Gütman o al propio Jimmy Hogan.

Y como hemos soltado al burro para encontrar un camino seguro, el análisis por exceso de los logros de Guardiola se nos va quedando por defecto, poniendo el foco en los momentos en los que para mí y otros muchos como yo, el entrenador catalán es interesante y aquellos en los que el interés está en quienes lo enfrentan. Pero fíjense que en el medio siempre está Pep, eso es lo que lo hace grande, no su discurso impostado, su falta modestia o la inmensa capacidad de prédica que tienen los que se arriman a la vera del inmenso clúster en el que se va convirtiendo el grupo dentro del contexto del fútbol internacional.



Manchester City: el mayor reto de Pep Guardiola

Tras otro trienio terminado, cuan plan pro soviético, (en ese caso eran quinquenales), se abre otra aventura, esta vez en el insustancial históricamente Manchester City, sede de acomodo de quienes habían creado la base empresarial de aquel Barça y que hoy han unido sus intereses a todo una inmensidad sostenida con la pujanza económica de los pequeños estados del Golfo Pérsico.

En los citizens Pep Guardiola asume su mayor reto: desempolvar la herencia de Hogan en un fútbol que no quiere entender que el juego a ras de hierba es posible, pero en el momento en que el dinero permite homogeneizar la propuesta y afrontar la llegada de atletas de todo el mundo al amparo de los mejores estrategas del momento.

Allí nuevamente la misma pregunta, ¿nos adaptamos a la particularidad de los jugadores disponibles y a la propia historia del fútbol al que arribamos o tratamos de imponer nuestra lógica, contrastada con el éxito y con la potencia de marca suficiente para desarrollar nuestro proyecto? La respuesta es obvia.

Y uno se pregunta, ¿será que Guardiola en su manifiesta sabiduría estratégica sabe a ciencia cierta que su método es la panacea del éxito o será que no sabe otro y con este muere porque no le queda más remedio?

Guardiola en el City
Guardiola en el City

Un punto de partida distinto

En Manchester el juego del fútbol vuelve a mostrar su implacabilidad y vuelve a enseñar a los osados que con la adaptabilidad no se negocia. Tener los mejores jugadores que puedas comprar no quiere decir que puedas conformar el mejor equipo, si no tienes tiempo. Y aquí Guardiola empieza un proyecto desde un punto de partida diferente.

En Barcelona tenía el equipo conformado por jugadores hechos para ese estilo y podía acoplar los complementos adecuados para potenciar su juego. En Múnich dispuso de un equipo campeón al que le cambió el sello pero disponiendo siempre de lo mejor entre lo posible, a sabiendas que los diferenciales quedaban en España. En el City debe comprar y allí compran atletas y Guardiola, en su única faceta accesible, demuestra que fichar no es lo suyo, necesita que le traigan jugadores que sean inteligentes y con capacidad adaptativa en tiempo y forma para no hacer rogar el alcance del éxito. Si de algo se han alimentado los detractores de Pep Guardiola han sido de los Chigrinsky que han adornado su menú. Poco para lo mucho que ha tenido la oportunidad de hacer.



Un problema recurrente: el tiempo de implementación

En Manchester volvemos a identificar, esta vez de una manera más notoria, la incapacidad global de los equipos de confrontar y combatir muchos de los aspectos del juego propuesto por Pep Guardiola, de la misma manera que confirmamos las dificultades para hacer entender que su método necesita de unos protocolos fundamentales que muchos de los futbolistas disponibles no tienen la capacidad de desarrollar al más alto nivel de exigencia, ese que garantiza el éxito.

Así, el primer período de Pep Guardiola en Manchester nos muestra lo que le pasa a todo entrenador que quiere desarrollar un proceso novedoso con jugadores que necesitan muchos conceptos para llevarlo a cabo, que el éxito es hijo del tiempo, del tiempo de trabajo y del coste de producción para generar rendimiento. Mientras el coste de producción en Barcelona fue mínimo para llegar al nivel alcanzado, en Múnich se multiplicó y en Manchester el límite tiende a infinito.

La horma del zapato de Pep Guardiola: los valientes

A pesar de ello, uno no se consuela si no quiere y vemos que los apóstoles y discípulos del Guardiolerismo siguen vendiendo el producto de manera incondicional y los detractores siguen despreciándolo en la misma proporción. Pero a los que nos gusta el fútbol, nos atrae esa tendencia a parecerse al Guadiana, en la que por momentos nos interesa lo que Pep propone, he de reconocer que de Manchester hasta el momento me interesa muy poco, y aquellos momentos en los que nos atrae lo que proponen quienes a Pep Guardiola se enfrentan y aquí estoy en un punto en el que me interesa destacar un hecho real, contrastable y un soplo de aire fresco hacia la diversidad del fútbol en un momento de absoluta globalización de aciertos y errores.

Los herederos de un fútbol fabulosamente espectacular, como puede ser Pep Guardiola tienen en los herederos del atrevimiento una horma en su zapato. Y así, el mejor partido visto contra el Barça de Pep para mi gusto fue el ofrecido por Marcelo Bielsa en su Athletic, obligando a Messi a ser mejor que nunca, más rápido y más certero, provocando que él absorbiese la presencia de dos, tres y cuatro adversarios para pararlo, con una defensa mixta extraordinaria, la realidad nos indica que quienes pueden y deben frenar y contrarrestar la propuesta aparentemente ganadora en Inglaterra, serán los herederos de Bielsa, en la figura de Pochettino y Pellegrino en las islas y las potenciales evoluciones de un Berizzo en España que necesitará tiempo para domar los instintos creativos de un Sevilla que volverá a ser campeón.

Pero nuevamente Pep Guardiola en el medio del análisis. Por eso es importante para el fútbol. Quizás el entrenador que ha dimensionado la profesión al lugar que realmente se merece en lo que va de siglo. Ni de lejos el mejor de la historia por lo dicho antes, Sebes se jugó la vida y la de los suyos para ser campeón olímpico, Adi Dassler le quitó la gloria en Suiza al ponerle tapones de aluminio a las botas de sus pupilos y adaptarse mejor al terreno mojado, única causa por el que los germanos les arrebataron el título mundial del 54, motivo por el que los húngaros pagaron un alto precio. Pero seguramente sea el entrenador que más ha impactado en los campeonatos en los que sus equipos participan porque te obliga a desarrollarte en forma, tiempo y contenido para tratar de ganarle y si no lo haces en el trienio que toca, se marchará ganando los títulos sin que tú pudieses evitarlo.

No es esta una crítica a Pep Guardiola, tampoco un texto para elevarlo a los altares. Es una manera, por defecto, de analizar muchas cosas que no se dicen, otras que no se quieren decir y algunas que me apetecen decir a mí.

Como podrán comprobar, el burro se me ha parado, supongo que el camino trazado se ha terminado aquí. Volveremos a soltar a nuestro querido pollino cuando podamos avanzar en el trayecto y ofrecer algún argumento más. Hasta entonces, perdonen la pretensión de un escrito de estas características y permítanme agradecerles haber llegado hasta aquí. Sin ningún género de dudas, el debate podrá seguir por los derroteros habituales, mi aporte simplemente busca ser un goteo que facilite un cauce hacia nuevos puntos de vista.

Autor

Álex Couto Lago
Soy Álex Couto Lago. Entrenador Nacional de Fútbol, convalidable con Uefa Pro. Máster Profesional en Fútbol por la Universidad del Mar de Murcia. Licenciado en CC Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela.
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