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El verdadero valor del entrenamiento, de Ignacio Benedetti

El verdadero valor del entrenamiento (Ignacio Benedetti)

“No concibo la modificación de un comportamiento por magia. Tiene que ser con el entrenamiento, y cuando digo entrenamiento, quiero decir entrenamientos”José Mourinho

He sido un gran seguidor de Dante Panzeri. Incluso desde tiempos en donde se me hacía imposible conseguir sus libros y debía conformarme con los pocos textos que encontraba vía internet. Pero lo que más le agradecí fue que despertó en mi la necesidad de seguir educándome para poder tener largas conversaciones – imaginarias por supuesto – en donde yo, más que estar de acuerdo con sus puntos de vista, podía refutar algunas cosas. Nunca desde el plano emocional sino desde la pequeña capacidad que me otorgaba el estudio de sus teorías y de otras que eran antagónicas a lo que exponía el periodista argentino. La lectura estimula a la lectura.

Claro que en el camino del aprendizaje nos pasa como anunciaba Antonio Porchia“en tanto que uno aprende, ignora por dónde aprende”. En nuestra infancia, nos llenamos de conocimientos, y a veces, por el paso del tiempo, olvidamos que parte de esa sabiduría viene desde etapas primarias de nuestra existencia. Por ejemplo, ¿cómo olvidar cuando por fin aprendimos a montar bici? En ese momento, lo único seguro es que contábamos con la ayuda de nuestros padres o de algún familiar que nos daba la seguridad de que ante cualquier eventualidad nos ayudaría. Pero no hay una hoja de ruta exacta o manual de instrucciones aplicable a cada uno de los niños del mundo. Hay quienes tardan más tiempo que otros; algunos necesitan del apoyo paternal y otros simplemente aprenden por conciencia social: les compromete ser los únicos que aún necesitan asistencia para hacerlo y por ende, su rebeldía se constituye en combustible del aprendizaje.

También podemos recordar nuestros primeros equipos de fútbol. Por supuesto que me refiero a cuando ya estábamos cerca de los quince años y sentíamos las ganas de ganar  todo a lo que jugáramos. Es ese el momento tan importante en donde asumimos el gen competitivo y nos dejamos llevar por él. ¿Recuerdan estar en el campo de juego y recibir la pelota? Les aseguro que en ese instante no se detuvieron a pensar ni a esperar las instrucciones del entrenador. No, en ese justo instante cada uno de nosotros decidía según nuestro instinto. Puede que nos equivocáramos o que nuestra resolución fuese correcta. Pero reitero, nunca nos frenamos para contemplar las opciones.

Llegados a este punto debo explicar la reflexión que trato de establecer: el entrenamiento y el entrenador son el espacio y el motivador necesarios para que el jugador de fútbol desarrolle la capacidad de decisión y no dude ante la adversidad. Mucho hablamos de que el entrenador debe enseñar y formar jugadores, cuando la realidad nos muestra que ellos, los conductores, deben ser quienes otorguen al jugador la tranquilidad necesaria para que éste sepa resolver las situaciones que el juego plantea.

¿Cómo se hace eso? Pues dejando el ego de lado. El entrenador debe abrir los ojos y los oídos. Silenciar esa voz interna que grita desesperadamente y dedicarse a entender a sus jugadores. Comprender, por ejemplo, que su lateral derecho no tiene condiciones para proyectarse por la banda porque la cercanía a la raya lo cohibe, pero sí puede ubicarse en el centro del campo y actuar como ancla del equipo. Identificar cuales son las cualidades de sus futbolistas y que son ellas las que deben dictar la idea de juego y no la tozudez propia es el verdadero norte de su profesión.

En unos párrafos anteriores explicaba que el jugador no se detiene a sopesar posibilidades. La vida es un proceso de toma de decisiones constante, en donde esa pausa que muchos quisieran tener no existe. Entonces ¿por qué debería el fútbol tenerla cuando sabemos que este juego es lo más parecido que hay a la vida misma? En el entrenamiento hay que fomentar situaciones para que los jugadores desarrollen esa capacidad resolutiva bajo la presión típica de un partido, y aún así entender que dentro del campo de juego, cuando son ellos quienes deciden, pesa el contexto, el rival y muchas otras situaciones más que ni siquiera la práctica puede subsanar.

Por ello es que el entrenador no debe alimentar una relación de dependencia de sus jugadores con él. Decía César Luis Menotti, citado por Oscar Cano Moreno en su imperdible obra El Juego de posición del F.C.Barcelona, que “cuando el técnico grita mucho o presiona mucho, lo que logra es que vos como futbolista te distraigas por lo que está pasando, para escuchar lo que ya pasó y que no podés remediar”. Imposible no estar de acuerdo con el entrenador argentino, pero debemos señalar otro riesgo de esa  subordinación futbolística del jugador para con su entrenador: aniquila la inspiración, porque al recibir la pelota lo primero que va a hacer el jugador es esperar una instrucción de quien está en el banquillo o, simplemente, dudar de su instinto y ser superado por el miedo a equivocarse.

En este momento debemos entender que duda y desconfianza son dos cosas totalmente diferentes, a pesar de que el diccionario las identifica como sinónimos. La duda es buena porque nos hace crecer y formarnos. Nos permite desechar la comodidad que la ignorancia otorga y nos adentra en el viaje del conocimiento. Pero la desconfianza nos lleva a la parálisis, al estancamiento, y con toda seguridad, a la pérdida de la pelota. Esa ausencia de confianza en nuestras posibilidades es justamente lo que debe combatir el entrenamiento, y ello sólo se puede lograr a partir del reconocimiento del jugador como fuerza edificadora capaz de todo en este juego. Nunca la subordinación del futbolista a los gritos del técnico podrá superar el efecto creativo y decisivo de las cualidades innatas del jugador.

Se hace necesario y vital que el entrenador comprenda esto. Que retome su papel de facilitador y recuerde que este juego es de los futbolistas y sólo ellos tienen la capacidad de jugarlo y dominarlo. El director técnico debe recordar su grado de influencia y no tratar de multiplicarlo para satisfacer su ego; de lo contrario, si seguimos permitiendo que sean ellos y no sus dirigidos los protagonistas, nos mantendremos bajo la dictadura del juego mal jugado, de partidos con escasas ocasiones de gol y de las excusas, esas que vienen a darle razón existencial a las mentiras que el juego mismo después termina desnudando.

“Se exagera en la utilización de reglas en los ejercicios y se acaba castrando a los jugadores, quitándoles capacidad de interacción sobre lo inmediato, el aquí y el ahora”.Mourinho ¿Por qué tantas victorias?

“Acá perdimos el norte cuando el entrenador pasó a ser más importante que Maradona.¿Estamos locos?”César Luis Menotti

Artículos de Ignacio Benedetti

Autor

Ignacio Benedetti
Mi nombre es Ignacio Benedetti. He trabajado en diversos medios tanto televisión, radio como en prensa escrita. Hoy en día escribo en la revista The Tactical Room y, por supuesto, formo parte de la familia de Instituto Fútbol. Lo que puedo aportarle a los lectores de la web es solamente mi inconformismo y mi desprecio por la banalidad y lo superficial que rodea a este deporte.
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